Para la sección De Culto traté de pensar en algún filme preferido, de esos que están en mi lista de los top ten o bien de aquellas películas que considero que deben ser vistas antes de morir, y que además siempre han contado con mi cariño y aprecio. La elección fue El Día del Chacal (The Day of the Jackal), aquella obra crepuscular de un asertivo Fred Zinnemann y un ejemplo de meticulosidad cinematográfica tanto en el plano sonoro como visual.

El filme, basado en la novela homónima del popular Frederick Forsyth, sigue a “El Chacal”, un asesino a sueldo interpretado con frialdad magistral por el inglés Edward Fox (probablemente en el rol de su vida). La trama se centra en su misión más importante que es eliminar nada menos que al Presidente francés, Charles de Gaulle, quien a principio de la década del 60` contaba con varios detractores que se opusieron a su decisión de aprobar la independencia de Argelia (hasta ese momento una de las colonias más grandes de Francia).

Estos antecedentes ambientan en gran parte el tono del filme, el que se construye en torno a los mejores elementos del cine de suspenso. Pero Zinnemann va más allá de las credenciales y exigencias de cualquier buen thriller, ya que elabora una obra extremadamente audaz en su planteamiento visual y narrativo. Privilegia la preparación de “El Chacal” con todos sus silencios. Con una cámara que colinda con el género documental vemos todo lo que hace el asesino. Lo observamos cuando estudia y planifica su último trabajo, y también contemplamos su autocontrol cuando cruza fronteras de Europa con la ayuda de falsas identidades. Se trata de una película que habla sobre cómo ser metódico y paciente, tanto para el protagonista como para el espectador frente a la pantalla.

En El Día del Chacal la imagen reemplaza al diálogo y lo magistral está en que logramos conocer a su intérprete principal, gracias a sus actitudes y reacciones. Nunca sabemos quién es o cuál es su nombre verdadero, pero eso no importa porque la cámara consigue interpretar lo que piensa. “El Chacal” se mueve en el mundo como una pieza de ajedrez, cuyo oponente es el legendario actor francés, Michael Lonsdale.

Fred Zinnemann, a quien le debemos aquel western sobre la cobardía que es A la Hora Señalada, se mueve a través de planos extensos, los que a veces pueden ser extenuantes, si bien en ellos está su valor como cineasta. Estamos ante un filme que a medida que transcurre va sumando más suspenso. Como espectadores sentimos la ansiedad de los protagonistas, sean estos buenos o malos. También empatizamos con “El Chacal”. Queremos que cumpla su objetivo, sobre todo después de haber presenciado su inquebrantable disciplina y dedicación. Incluso, aunque anticipemos el final de la película nos tragamos el cuento de que la vida de Charles de Gaulle efectivamente está en peligro. En ese sentido, Zinneman nos vende la historia con convicción. Una de las escenas más célebres en A la Hora Señalada era cuando un crepuscular sheriff (Gary Cooper) espera a sus asesinos, quienes se aproximan en tren en camino al duelo final. El Día del Chacal transporta el suspenso de aquella escena, pero en un ejercicio visual que se prolonga por toda una película. Zinnemann explora en posibilidades visuales como alguna vez lo hizo Hitchcock, aspecto que hace a este filme una obra de estudio en cuanto a ejecución visual y estructura que nunca ha podido ser igualada.

A fines de los 90` Universal Pictures consideró que era tiempo de estrenar un remake de El Día del Chacal. Así, lo que podría haber sido una promesa se transformó en un producto infame titulado The Jackal (1997) en donde Bruce Willis se quedó con el rol de “El Chacal”. A dicha propuesta se sumó Richard Gere y una de las últimas apariciones del legendario Sidney Poitier.

Lamentablemente, y como suele suceder con los remakes, se olvidaron de la esencia del filme original. Aquí el asesino se transformó en una caricatura y la pirotecnia técnica se comió cualquier rastro de suspenso. Recuerdo que siendo un adolescente fui al estreno de esta “actualización” y cuando entré a la sala con varios amigos de colegio me dije a mí mismo que podía ser un producto distinto, y que se le podía dar una oportunidad, pero la verdad resultó ser más triste. Sólo encontré un bodrio que en ningún sentido le rendía honores al original y que al final sólo tenía un alcance de nombre con el filme de Zinnemann.

Este ejemplo, sin duda, nos hace valorizar aún más al El Día del Chacal de Zinnemann. También nos demuestra que los thrillers antes eran más inteligentes y más astutos en cuanto a la construcción de guiones. Estamos ante una obra que permite conocer cómo se desenvuelven los diversos aparatos de inteligencia y contrainteligencia gubernamentales y de opositores. Es en este espacio, entre papeleo y conversaciones, en donde sucede la acción. Zinnemann mostró con especial detalle qué hace y cómo piensa tanto un detective como un asesino a sueldo. En el Día del Chacal las oficinas de por sí son un personaje, al igual lo que implica tratar de anticiparse a los movimientos de un criminal. Se trata de un filme que conserva en forma intacta su elegante narración. Incluso, voy más allá al afirmar que es difícil como espectador quedar indiferente a su impacto visual y, más que nada, a la forma en que desarrolla el suspenso sin necesidad de recurrir a escenarios oscuros o la utilización de un score. Estamos ante una obra compleja, esencial y muy adelantada al año en que se estrenó.

Título original: The Day of the Jackal / Director: Fred Zinnemann / Intérpretes: Edward Fox, Michael Lonsdale, Derek Jacobi / Año: 1973.