El último filme que dirigió Louis Malle es un hallazgo, además de ser un testamento fílmico del cineasta galo, quien durante toda su carrera siempre se atrevió a innovar, a ir más allá de los convencionalismos audiovisuales y en sintonía con su predilección por el jazz. Vania en la Calle 42 fue un experimento, la filmación de la obra Tío Vania, del dramaturgo ruso Antón Chéjov. Las primeras imágenes del filme nos introducen en la trepidante y ruidosa vida de las calles de Nueva York, a la vez que se nos van presentando distintos actores bajo la batuta de André Gregory, reconocido director teatral. Poco a poco estos personajes van ingresando a un derruido e impresionante teatro, con mucha soltura y confianza en su arte. Casi sin darnos cuenta, los intérpretes se mimetizan con sus personajes en una suerte de ensayo que sobresale por sus ingeniosos movimientos de cámara junto con sus frugales e ingeniosas escenografías.

La obra Tío Vania se publicó en 1899, si bien sus temáticas logran mantenerse muy atingentes en medio de la idiosincrasia estadounidense de los años 90, y con un Malle cuya última etapa como cineasta estuvo muy arraigada a la industria cinematográfica de Estados Unidos. Incluso, la mujer que lo acompañó y lo inspiró en sus últimos 15 años de vida fue Candice Bergen, la empoderada Murphy Brown de la televisión de los años 80. Malle siempre experimentó a lo largo de su carrera, en películas tan fascinantes como Mi Cena con André, pero demostró un absoluto dominio del clasicismo cinematográfico en filmes como Adiós a los Niños.

Vania en la Calle 42 aborda los intereses de Chéjov en torno al paso del tiempo y las oportunidades perdidas. Todos los personajes nos comunican sus miserias, la falta de amor, de alegría y de la sensación de hartazgo que suele colarse en la propia existencia. Iván Petróvich, el tío Vania, pospuso el amor y su identidad en favor de la intelectualidad de su cuñado. Se podría decir que la obra profundiza en el pesimismo, en cierta amargura y en la imposibilidad, elementos expresados en la cámara de Malle. La película es mucho más que una obra de teatro filmada, ya que como espectadores sentimos que somos parte del conflicto, casi como si estuviésemos rodeados por cada uno de los personajes. Louis Malle, a través del frame cinematográfico, amplifica los anhelos y frustraciones de los interlocutores, compenetrándonos con sus miserias, incluso conectándolas con las nuestras. En ocasiones, pareciera ser que estamos insertos en una sesión de psicoterapia, muy al estilo de la serie de HBO In Treatment. El montaje es casi minimalista, permitiéndonos poner nuestra atención en los rostros de hombres y mujeres fracturados, dolientes y también muy compasivos.

Vania en la Calle 42 conmueve, es casi un golpe a las entrañas, a la vez que nos encariñamos con la humanidad de cada uno de sus intérpretes. Hay silencio y momentos que privilegian y logran exaltar los textos de Chéjov. Y esto no es aleatorio, porque también estamos ante un Malle que habla desde la enfermedad que lo estaba carcomiendo por dentro, un cáncer que se lo llevó a pocos meses de estrenar el filme. Quizá si hubiese visto esta película a mis 20 años no la hubiese comprendido, pero ahora ya siendo un cuarentón logré percibir sus mensajes, a la vez que me embargó un profundo sentimiento de humildad ante la vida. Sentí pasión, pena, frustración, amor y un sentido de angustia ante lo que fue, es y pudo ser mi vida, al igual que lo experimentado por el Tío Vania. Creo que esto es parte de la belleza del filme, y su extraordinaria capacidad para interpelarnos, incluso mucho más a lo que sucede con un montaje teatral tradicional. Wallace Shawn, Brooke Smith, Larry Pine, George Gaynes y una joven Julianne Moore traspasan la pantalla, con carisma y mucha generosidad, ya que su compenetración interpretativa no está delimitado por el montaje o determinadas transiciones. Gracias a la cámara de Malle logramos percibir el desdoblamiento de estos intérpretes como suele suceder en una obra de teatro, pero en torno a una dimensión más profunda e íntima.

Con Mi Cena con André aluciné, en especial ante el tándem André Gregory y Wallace Shawn, que vuelven a estar juntos en el último filme de Malle. Ahora bien, con Vania en la Calle 42 me conmoví por la simbiosis entre las palabras de Chéjov junto a la cadencia de la cámara de Louis Malle. Sin duda, estamos ante un filme esencial de la filmografía estadounidense de los año 90, y que después experimentó otras apuestas cinematográficas en una línea algo parecida, teniendo como ejemplo a American Buffalo con Dustin Hoffman como protagonista y con guion de David Mamet. Finalmente, Vania en la Calle 42 es pasión por el teatro, por el cine, y también es Louis Malle despidiéndose de nosotros, con inventiva, pasión y mucho amor por el arte interpretativo y las posibilidades del cine.

Vania en la Calle 42 (Vanya on 42nd Street) / Director: Louis Malle / Intérpretes: Julianne Moore, Larry Pine, Wallace Shawn, Booke Smith, George Gaynes, Phoebe Brand, Jerry Mayer y Lynn Cohen / Año: 1994.