El guionista Evan Hunter conoció a Alfred Hitchcock en 1959. Todo partió con la adaptación de uno de sus cuentos para el célebre programa de televisión Alfred Hitchcock Presenta. Desde aquel momento se inició una colaboración profesional disruptiva, con altos y bajos, que finalmente precipitaron la salida de Hunter de la vida del maestro del suspenso. En Hitch y Yo, Hunter relata interesantes anécdotas sobre la modalidad de trabajo del director de Vértigo, también algunas de sus obsesiones y su macabro humor negro.

Evan Hunter se había ganado un prestigio en el ámbito literario con obras como Semilla de Maldad, la que fue adaptada al cine por el cineasta Richard Brooks (Lord Jim), y Un Extraño en mi vida, texto que también escribió y que llevó al cine en calidad de guionista. Estos éxitos poco a poco lo posicionaron en la industria hasta que comenzó su relación con Hitchcock. Sin embargo, este libro no es sólo en torno a la relación con el maestro, sino también una mirada a la escritura de guiones y cómo dicho proceso debía atenerse a ciertas reglas en el antiguo sistema de estudios, siendo una de ellas la obligación de escribir en un lugar de la costa oeste de Hollywood. En aquel entonces, describe Hunter, los dueños de los grandes estudios exigían que sus guionistas estuviesen cerca de los productores y directores, lo que facilitaba el proceso de cambios a los textos.


En Hitch y Yo, Hunter recuerda cómo fueron aquellas primeras reuniones introductorias y de trabajo con Hitchcock, cuando éste le encomendó el guión de Los Pájaros (1963). Estas reuniones junto a Hitchcock y su eterna colaboradora, Alma Reville, muestran el carácter obsesivo y controlador del director. En el mundo de Hitch existían reglas, desde cómo vestir y cómo pensar. Lo fascinante del relato de Hunter comienza con el proceso de análisis y discusión de Los Pájaros. A Hitchcock le obsesionaba la idea de una protagonista forastera, la que llega a un pueblo y sin sentido aparente comienza el ataque de distintos tipos de aves. De alguna manera, buscaba la historia de una fuerza vengativa y desconocida que distorsionaba la tranquilidad de un pueblo. Otro aspecto interesante es cómo Hitchcock ideó el protagónico del filme para Grace Kelly y para Cary Grant (que finalmente fue para Tippi Hedren y Rod Taylor), además de la idea de consolidar su reputación por medio de un filme con un tono más experimental. El éxito de crítica y de público de Psicosis representó la oportunidad de innovar que tanto buscaba Hitchcock, quien siempre desdeño la omisión de la Academia por el ausente Oscar al Mejor Director (el que finalmente llegaría demasiado tarde como un reconocimiento a su trayectoria en 1979). Los Pájaros representaba una oportunidad única y diferente que era muy difícil de olvidar.

Evan Hunter también explora en la calidez de Hitchcock y de Alma, en sus invitaciones a comer y en cierta cercanía, si bien ésta era efímera. Se detiene en cómo el autor de La Ventana Indiscreta era amable y conversador con su señora, Anita, y en cómo éste le preguntaba por el día a día y aspectos relacionados con el cuidado de sus hijos. Nunca le preguntó por trabajo, lo que muestra otra faceta que se vincula con la necesidad de ser escuchado. A Hitchcock le gustaba conversar y conocer a las personas que le rodeaban, costumbre que también le ayudaba a definir cómo son las personas y de ahí sacar nuevas ideas para sus personajes. Era cálido y sincero en palabras de Hunter, pero también podía ser muy hiriente. Hunter describe cómo su guión de Los Pájaros fue sometido a la opinión de otros colaboradores y amigos de Hitchcock, pero sin su consentimiento. Otro aspecto que se profundiza es el trato de Hitchcock hacia sus actores, a quienes usualmente consideraba como un accesorio o personas fáciles de modelar. Tenía aprecio por varios de ellos, pero también los miraba con distancia y frialdad.

Hunter en Hitch y Yo comenta lo que significó una ardua colaboración, la que también se estiró hasta Marnie, La Ladrona (1964). En medio del rodaje de Los Pájaros, Hitchcock y su joven guionista dialogaban sobre las posibilidades de una historia en torno a una mujer traumatizada y frígida. Lo que parecía una promisoria colaboración en Marnie se truncó a partir de las objeciones de Hunter por rodar una escena en la que la protagonista Marnie Edgar es violada por su esposo. Finalmente, Hitchcock canceló su contratación y fue sustituido por otro guionista. A pesar de esta ingrata sorpresa, Hunter y su esposa volvieron a reunirse con Hitchcock y Alma, en donde el cineasta fue divertido y anecdótico como siempre.

Hitch y Yo es un relato corto y muy bien escrito. Hunter manifiesta su admiración hacia Hitchcock y también decepción por algunos episodios que se dieron mientras colaboraron. Es un libro para tener en cuenta porque muestra cómo fue trabajar con el maestro del suspenso, teniendo en consideración la importancia de éste como ícono cultural a nivel mundial. Quizá lo más esclarecedor del texto sea su final, cuando Hunter señala con pesar que es triste pensar en que no habrán más películas de Alfred Hitchcock. Hitch y Yo pertenece a aquellos relatos necesarios en torno al método de trabajo de un genio que hace mucho tiempo ya no está entre nosotros, si bien sus filmes permanecen como su mayor testamento.

Hitch y Yo / Autor: Evan Hunter / Alba Editorial / Primera edición: febrero de 2002.