En Jerry Goldsmith, Música para un Camaleón, el autor Cristian Aguilera desarrolla lo que debiera ser un análisis en torno a un compositor de cine, en este caso de uno de los principales del siglo XX. El libro contiene un completo análisis de las obras de Goldsmith, dividiendo los capítulos en torno a sus colaboraciones con directores como Joe Dante y en ámbitos como la música incidental para filmes deportivos o thrillers.

La documentación de Aguilera es acuciosa y permite adentrarnos en la formación de Goldsmith en la Universidad del Sur de California (USC) junto a maestros como Miklós Rózsa, cuyo trabajo en el filme Spellbound (1945, Alfred Hitchcock) fue una inspiración relevante. El autor también se detiene en influencias como Mozart, Wagner, Monteverdi, Miles Davis y Bach y en cómo Goldsmith, quien aprendió a tocar el piano a los 6 años, comenzó a formarse en un periodo en que la música para cine era vista como un elemento más en la producción de películas. También es interesante leer pasajes sobre los compositores Max Steiner, Erich Wolfgang Korngold y Bernard Herrmann, quienes produjeron las bases de la composición de música para cine, siendo Herrmann el principal artífice de dicho cambio a partir de sus colaboraciones con Orson Welles y Alfred Hitchcock. La gran cantidad de detalles explican la génesis del estilo Goldsmith, uno que produjo sus primeros pasos en radio y televisión, y que recién a fines de los años 50` se comenzó a escuchar en 35 milímetros.

En el libro Christian Aguilera compara el talento de Goldsmith con el de maestros como Bach o Telemann, pero no en el sentido autoral, sino en importancia. Goldsmith escribió más de 160 partituras para cine, fue un autor prolífico con obras que deben ser asumidas como parte de un patrimonio de la humanidad. Aguilera destaca la gran variedad de melodías en sus composiciones, así como su dominio absoluto de algunos géneros. Dicho punto es bastante cierto, ya que el sonido Goldsmith es distinto en cada una de sus partituras, siempre se está reinventando. Somos capaces de distinguir su sello, la utilización de determinados sonidos sinfónicos, pero al final siempre sentimos que estamos escuchando una propuesta totalmente nueva y sugestiva. La música de Goldsmith suele ser un personaje independiente de los filmes, con una clara sensibilidad en donde se engrandecen sentimientos y sensaciones como la esperanza, el suspenso y las proezas visuales.

Aguilera profundiza en algunos trabajos que fueron clave en el temprano desarrollo de Goldsmith como compositor. Freud, Pasión Secreta de John Huston representó un momento de definición profesional, El Planeta de los Simios significó la oportunidad de experimentar y Patton fue la conformación del sonido Goldsmith, además de una identificación absoluta con el desarrollo de personajes, en este caso del general de cuatro estrellas mediante la utilización de aparatos como el Echoplex, sistema que permitió la creación de sonidos “retardantes” y que tuvo muchos seguidores en el rock y jazz.

En Jerry Goldsmith, Música para un Camaleón se abordan diversos momentos, siendo clave lo que significó para Goldsmith el haber trabajado en la composición de El Planeta de los Simios. En forma bastante acertada, Aguilera profundiza en este trabajo que modificó el paradigma de las composiciones incidentales en el género fantástico y de ciencia ficción. Valora el trabajo de Goldsmith en el sentido que como compositor fue capaz de crear un sonido nuevo y diferente en torno a la idea del tiempo, en un periodo en que la humanidad es simplemente un resabio del pasado. Goldsmith desarrolló una banda sonora que logró resumir los planteamientos filosóficos del filme de Franklin J. Schaffner en torno a la concepción de un principio y un final. En esta banda sonora prima lo atonal, provocando en el espectador la sensación de confusión, de estar en medio de una sociedad ajena y peligrosa, en la que el ser humano es una simple presa de caza.

El trabajo realizado por Aguilera es soberbio y extremadamente bien documentado, a la vez que en forma bastante clara analiza diversos ámbitos de Goldsmith en capítulos sobre su trabajo en el cine de terror como La Profecía, Alien, Poltergeist y Psicosis II. En otros pasajes aborda las influencias africanas y latinoamericanas en las bandas sonoras de Bajo Fuego y de filmes como El Viento y El León, una de sus composiciones más destacadas. En dicho trabajo sobresale el hermoso y grandilocuente main title que resume la personalidad de Mohammed el-Raisuli (interpretado en el filme por Sean Connery).

Lo interesante del libro es cómo Aguilera conecta las diversas composiciones de Goldsmith. Lo anterior, permite descubrir la obra del compositor como un trabajo general, con un sonido y unidad concreta, el cual se ramifica entre varias unidades y estilos. En la monografía se destacan tanto obras reconocidas como otras que tuvieron menos impacto (The Vanishing), pero que en términos autorales son igualmente relevantes.

Para quienes no están muy familiarizados con Jerry Goldsmith, la obra de Aguilera es una excelente introducción. Es de lectura amigable y siempre tiene presente la conexión del trabajo de Goldsmith con los filmes citados, desde el punto de vista del score como una extensión de la narración y los conflictos. En todo momento queda claro la importancia de este compositor que casi nunca se repetía a sí mismo y que definió el sonido del cine contemporáneo, haciendo del score una expresión artística tan relevante como la de creaciones de compositores clásicos.

Mientras escribo este texto escucho algunas composiciones de Goldsmith, entre ellas, El Viento y el León, Masada, The `Burbs, Leviathan y Hossiers. Siempre he sentido admiración por John Williams, Danny Elfman o Ennio Morricone. Tengo varias de sus obras y mi colección de scores es cuantiosa, un trabajo de años en donde tengo material de diversos talentos del cine contemporáneo y clásico de diferentes países. Entre todo este material, las composiciones de Jerry Goldsmith son las más apreciadas. Conozco tan bien su sonido, único e intransferible, que cuando veo un filme, una escena, consigo identificarlo en segundos. Siempre me he conmovido y maravillado por su sonido, el cual “levanta” las películas hasta terrenos insospechados. Cuando vi pro primera vez obras como Viaje Insólito o Patton nunca pude olvidar sus bandas sonoras. Era común para mí estar caminando en la calle y soñar despierto con el sonido de Goldsmith. Lo valioso de este compositor es que un gran número de sus partituras trascendieron a sus filmes. Son trabajos independientes, con una gigantesca carga emocional. La admiración, la sorpresa, el suspenso, el miedo y las fanfarreas podían estar integradas en una sola pieza, lo que era una proeza propia de Goldsmith, uno de los compositores más influyentes, esenciales y queridos del siglo XX. Cuando me enteré de su fallecimiento en 2004 sentí una tremenda pena, la que aún embarga mi alma cuando escucho sus scores o cuando veo escenas como la del Capitán Kirk (William Shatner) acercándose a la nave Enterprise en Star Trek, The Motion Picture.

Christian Aguilera en Jerry Goldsmith, Música para un Camaleón desarrolló un trabajo increíble a nivel de documentación y también imprescindible porque logró transmitir quién fue Goldsmith y la esencia de su sonido. Sin duda, se trata de uno de los grandes aciertos de la editorial T&B Editores, además de ser una pieza obligatoria para los cinéfilos y amantes de la música para cine.