Algunos ecos del Asalto al Capitolio de 2021 se pueden apreciar indirectamente en Guerra Civil. Las divisiones que se produjeron a nivel interno en Estados Unidos a través de la presidencia de Donald Trump, en especial cuando se resistió al triunfo de Joe Biden hablan de cómo hoy está dicho país, prácticamente dividido entre demócratas y republicanos, a la vez que enfrentamos un escenario internacional muy polarizado que no se percibía desde la Guerra Fría. Desde estos antecedentes se puede comprender y asimilar de mejor forma la premisa de Guerra Civil, la cual se sustenta en cuando los grandes imperios caen, dejando a Estados Unidos en medio de diversas coaliciones que buscan derrocar un presidente que al parecer ha abusado de su posición de poder.

Alex Garland anunció hace poco que tenía muy pocas ganas de volver a dirigir, lo que no debiese extrañarnos, ya que su cine usualmente ha sido más intimista, con relatos que abordan cuestionamientos morales desde la inteligencia artificial (Ex Machina), el empoderamiento femenino contra el sexismo (Men) y otros intereses que provienen desde su primera etapa como guionista (Exterminio, La Playa). Con Guerra Civil realiza su filme más ambicioso, sumergiendo al espectador, en especial al estadounidense, ante la idea de la decadencia y descontrol de una de las potencias más importantes de la humanidad, tanto a nivel económico como geopolítico. La hegemonía mundial de Estados Unidos queda simplemente ultrajada producto de guerrillas lideradas por adultos enceguecidos por el poder y la necesidad de control, independiente de los discursos, los que finalmente pueden acomodarse a cualquier tipo de realidad o bando. El último filme de Garland tiene subtextos en torno a la xenofobia, a los nacionalismos extremos que hoy se están levantando en todo el mundo, y también sobre la necesidad de poder vivir como uno quiera.

Guerra Civil también es la disciplina de los fotógrafos de guerra, quienes conviven entre aquella idea romántica del periodismo que busca retratar ideales contra las injusticias, pero también la adrenalina de poder estar, registrar y sentir el caos, la guerra y la violencia. El grupo de periodistas que nos conducen por un Estados Unidos diezmado, finalmente actúa por principios, cansancio y también por la afrodisiaca adrenalina que significa estar al frente, ya sea esquivando balas, retratando el momento en que personas arden en llamas o en aquella búsqueda casi íntima que permita la mejor fotografía, la instantánea que retratará lo que está en juego, es decir, diferentes estilos de vida. A lo anterior se suma la desmoralización, la que surge cuando pierden de vista los principios democráticos, la libertad y el respeto a poder expresar diversos puntos de vista sin la compulsión de querer matar a otros.

En ocasiones, Guerra Civil parece un videojuego, en especial aquella última media hora en donde desde el olimpo caen quienes eran los supuestos dioses de una nación, mientras estos ruegan por un poco de misericordia. En muchas películas, en el imaginario del cine estadounidense, hemos visto cómo vuelan en pedazos ciudades, monumentos y la mismísima Casa Blanca. Sin embargo, en el filme de Garland aquel símbolo, y otros como el mítico Monumento a Abraham Lincoln, personaje histórico al que se le suele asociar palabras como criterio y mesura, se vienen abajo. Las imágenes de los helicópteros Apache y tanques rodeando la Casa Blanca es brutal, mientras periodistas y fotógrafos de guerra buscan capturar el momento, la exclusiva, aquella foto que décadas después podría ser vista como algo positivo o algo negativo e impensado. Ver soldados y agentes del Servicio Secreto disparándose entre sí desde cierto pragmatismo resulta desolador, en especial aquellas palabras de un presidente escondiéndose y rogando por su vida, como tantos otros tiranos de la historia, entre ellos, el polémico Muamar el Gadafi. Al final, de parte del otrora líder estadounidense hay un statement, el cual usualmente siempre es menos heroico de lo que se suele esperar. Todo sucede muy rápido hasta que vemos a los soldados posando con un trofeo en la figura de quien anteriormente liderada el máximo poder ejecutivo de una de las naciones más poderosas del mundo, un momento que también nos recuerda los abusos de Abu Ghraib durante la invasión a Irak en la primera década del presente siglo.

Guerra Civil es una experiencia cinematográfica más allá de su audaz campaña de marketing. Quizá sea un filme que se recordará por su impacto, tal como lo hizo El Día Después en 1983, película para la televisión que mostraba un holocausto nuclear entre Estados Unidos y la ex Unión Soviética, un fantasma que últimamente nos acecha en la nimiedad de nuestras vidas. Finalmente, destaco el notable casting con una Kirsten Dunst siempre abatida y resignada. La acompaña el brasileño Wagner Moura, quien se luce en tierras hollywoodenses; un Stephen McKinley Henderson que aporta carisma, y Caille Spaeny, joven promesa que se alza como una tremenda actriz de carácter. Guerra Civil es cine pensante desde el mainstream cinematográfico, como todo lo que ha venido haciendo Alex Garland hasta el momento. Notable filme sobre los tiempos que hoy estamos viviendo, y que también podríamos estar experimentando en el futuro, uno que está siendo cada vez más sombrío, caótico, violento y deshumanizado como cualquier guerra.

Título original: Civil War (Guerra Civil) / Director: Alex Garland / Intérpretes: Kirsten Dunst, Wagner Moura, Cailee Spaeny, Nick Offerman, Stephen McKinley Henderson y Jesse Plemons / Año: 2024.