Calvario transcurre en los prístinos parajes y cielos de una Irlanda asolada por escándalos sexuales de miembros de la Iglesia Católica. En una apartada localidad prima la desconfianza, la desesperanza y la culpa de ciudadanos comprometidos con sus faltas y la ausencia de indulgencias. En medio de ello, el padre James (un compenetrado Brendan Gleeson) trata a duras penas de salvar a su rebaño por medio de sabias palabras que buscan promover el significado del arrepentimiento o bien la conversión hacia una vida más santa y más justa. Es en este escenario, sin mayor rumbo o propósito, cuando el padre James recibe una opresiva sentencia. Durante la confesión de un misterioso feligrés escucha la historia de un abuso y de una decepción mayor a manos de otro sacerdote. Un alma trastocada fija su objeto de venganza. Es así que el padre James se convierte sin quererlo en el chivo expiatorio de un hombre desilusionado y dolido, que amenaza con quitarle la vida en el plazo de una semana.

La cansina y reflexiva puesta en escena de Calvario se sustenta en un relato moral en torno a ciudadanos en su mayoría despreciables, quienes viven el presente sin considerar las consecuencias del mañana. En el pueblo del padre James prima la sensación de linchamiento y de violencia soterrada en pecados y faltas. De manera casi icónica se presentan personajes que abarcan a la mujer adúltera, la prepotencia del millonario solitario, el médico que perdió el sentido de su profesión, el marido timorato y un viejo escritor que sólo anhela la muerte como última morada en respuesta a una vida sin propósitos. A ello se suma el orgullo insondable de un asesino y la falta de compromiso de una Iglesia demasiado preocupada de su riqueza y de menesteres carentes de trascendencia.

El padre James es el único personaje de toda esta fauna que se mueve por las razones correctas a partir de una fuerte vocación hacia el prójimo. Es el protagonista que pone, y sin duda alguna, la otra mejilla. Está consciente que carga con una horrible cruz y sentencia, pero aun así se da el tiempo para escuchar tanto a su hija como a sus desagradecidos feligreses. Sólo la hija del padre James, fruto de una vida previa al sacerdocio, es la esperanza de una mejor vida capaz de hacer frente a tormentos y penurias.

El cineasta John Michael McDonagh hace de Calvario un síntoma de nuestro tiempo, a la vez que pone de manifiesto la necesidad perentoria de la Iglesia Católica de renovarse y de conectarse con el pueblo cristiano. La imagen de una iglesia en llamas demuestra la inevitable indiferencia que hoy experimentan muchas personas hacia el credo y sus evangelizadores. Incluso, la agudeza e inspiración del filme también se puede encontrar en otras grandes obras como Conspiración de Silencio de John Sturges y, en otro grado, en Perros de Paja de Sam Peckinpah, cuyos protagonistas también debían enfrentar a ciudadanos de un pueblo que se les venía encima con violencia a partir de condenables secretos.

Calvario es el peregrinaje del último hombre justo y de una persona que carga con las consecuencias de feligreses hastiados de años de abusos, casos de pedofilia y omisión. Sin embargo, y a pesar de un crudo final, también proporciona espacio para el perdón y la redención, cualidades inherentes a la mayoría de las religiones. Se trata de un filme que no dejará indiferente a nadie, ya sea por sus diversas capas de significados y por la sugestiva interpretación de un Brendan Gleeson en estado de gracia.

Título original: Calvary (Calvario) / Director: John Michael McDonagh / Intérpretes: Brendan Gleeson, Kelly Reilly, Chris O’Dowd, Aidan Gillen, Dylan Moran, M. Emmet Walsh, Domhnall Gleeson, David Wilmot e  Isaach De Bankolé / Año: 2014.