Santiago Mitre se desenvuelve con comodidad por los códigos del cine comercial. Su último filme, La Cordillera, es un ejemplo sobre cómo realizar un thriller efectivo y en el cual se integran diversos elementos: un protagonista latino de exportación, la breve intervención de un actor hollywodense, una historia sobre el poder y su inherente corrupción, pulcritud y técnica en los movimientos de cámara, una locación atractiva y el acompañamiento de un interesante score a cargo de Alberto Iglesias, quien ha trabajado tanto en el terreno de la industria como en el autoral.

Una cumbre de presidentes latinoamericanos se desarrolla en Valle Nevado, en lo más alto de la Cordillera en lo que pareciera ser un terreno neutro desde donde Mandatarios del tercer mundo tienen la oportunidad de crecer económicamente a través de un pacto petrolero liderado por Brasil. El Presidente argentino Hernán Blanco (Ricardo Darín) aterriza en este espacio en medio de un posible escándalo financiero y familiar, el que hace peligrar su aparente anodina personalidad. Mitre pone toda su atención en este líder desgastado, el cual se conduce con piloto automático, si bien parece ser un político recto, cuyo único objetivo es buscar el bien común.

Blanco está rodeado de asesores, algunos más discretos y otros más rebeldes. No sólo es el político que representa a todo un país, sino también una figura paternal que equilibra fuerzas, caprichos, ansiedades e inseguridades. Dicen que el buen político es aquel que se construye a partir de la experiencia, siempre teniendo presente valores como la honestidad y la responsabilidad. Otros señalan que el político es quien nace con la inquietud de promover deberes y proteger derechos desde el terreno del servicio público. En el primer tercio del filme, Blanco podría estar en cualquier categoría. Sin embargo, se trata de un Mandatario silencioso, que observa a sus pares con distancia como si fuese un ave de presa.

La Cordillera muestra que la política también incluye la “malversación” de principios y valores. La historia sucede en lo alto, en un paisaje casi omnipresente y prístino, como si se tratase de un lugar sacro en donde las decisiones de los Presidentes de esta gran cumbre fuesen hombres más rectos que sus propios votantes. Sin embargo, Mitre se adentra en la corrupción, en el cuoteo político sujeto a pactos, rivalidades y amistades. En las comunicaciones corporativas todo comunica y en el ámbito político dicha frase no podría ser más atingente. Las miradas, los saludos y los abrazos determinan el grado de estima y legitimidad. Hernán Blanco se mueve entre las posibilidades de su cargo. Se ve hastiado, pero también parece disfrutar cuando es cortejado por sus pares. Es el poder que asoma su cara, cuya sobrevivencia depende del discurso e imagen que se desea proyectar a los medios.

Darín, como siempre, luce cómodo en el rol del Presidente argentino. Es un actor con oficio y desplante que ha demostrado ser consecuente con la selección de sus proyectos, algunos más arriesgados que otros. En La Cordillera se sitúa en uno de los filmes más comerciales de su carrera, por envergadura y contenido. Lo anterior, no es algo reprochable. Al contrario, ya que se trata de otra nueva oportunidad en la internacionalización del cine latinoamericano, en este caso del argentino. No obstante, el filme de Mitre en ocasiones pierde un poco de autenticidad, a la vez que algunos de sus personajes colindan con la caricatura de la política. La corrupción está presente en todo el filme, incluso a nivel familiar, pero a veces se echa de menos un mayor grado de profundidad. Por ejemplo, el cine trasandino tiene notables apologías sobre la corrupción institucional en filmes como El Bonaerense de Pablo Trapero, en donde un criminal podía reinventarse como policía para al final volver a delinquir. Este comentario no es accidental porque Mitre ha colaborado como guionista en varias obras de Trapero, entre ellas, Carancho y Elefante Blanco, en las cuales también se puede apreciar el halo de la corrupción como sustento narrativo. Sin embargo, Mitre no es Trapero en términos de dirección fílmica. Aun así, La Cordillera es un paso interesante en su carrera como realizador y no cabe duda de que Hollywood cortejará a Mitre, ya sea para un filme por encargo del tipo thriller o bien para una reactualización de La Cordillera en idioma inglés.

La Cordillera es un filme entretenido, impecable a nivel técnico, con un Alfredo Castro demostrando que los actores chilenos son de porte internacional y con una excelente escena entre Darín y Christian Slater. A pesar de estos aciertos, también tiene sus pecados como Hernán Blanco -la intervención anecdótica de Paulina García-, pero en su conjunto y desde la perspectiva de su finalidad se trata de un notable divertimiento, y quizá un ejemplo de que el cine latinoamericano también tiene su propio mainstream.

Título original: La Cordillera (The Summit) / Director: Santiago Mitre / Intérpretes: Ricardo Darín, Alfredo Castro, Dolores Fonzi, Erica Rivas, Paulina García, Christian Slater, Elena Anaya, Daniel Giménez Cacho, Gerardo Romano y Rafael Alfaro / Año: 2017.