Fui a ver con mi viejo el reestreno en cine de Intriga Internacional (North by Northwest), el clásico thriller de Alfred Hitchcock de 1959 protagonizado por Cary Grant y Eva Marie Saint. La experiencia fue sublime más aún si considero que este filme lo he visto más de 20 veces, ya sea en formato VHS, DVD, Blu-ray o en televisión. Pensé escribir algo sobre esta película, una crítica. Sin embargo, he hablado tanto de Hitchcock en otras ocasiones o bien demasiada gente ha hablado del maestro. Por lo tanto, decidí ejercitar mi mente y mis dedos a través de una editorial, una en torno a las sensaciones de ver el filme de Hitchcock a casi 60 años de su estreno en una sala de cine junto con otros espectadores.

Reconozco que me levanté un sábado con expectación, como si se tratase de la celebración de un gran acontecimiento. Invité a mi padre, quien había visto el filme hace varios años. No había mucho público en la sala, pero la asistencia era más que decente considerando que eran las 15:00 hrs. y la feroz competencia de otras salas con títulos como Jurassic World: El Reino Caído y Los Increíbles 2. Pude ver que en el público había en su gran mayoría gente de edad, pero también jóvenes dispuestos a conocer “la magia” de uno de los cineastas más relevantes del siglo XX. Después de las publicidades y trailers de rigor, la pantalla se fue a negro. Rápidamente se proyectó el logo de MGM en tonos verdes. Eran los créditos del diseñador Saul Bass, colaborador habitual de Hitchcock y de otros reconocidos cineastas como Otto Preminger y John Frankenheimer. Decenas de líneas atravesaron la pantalla dando paso a los créditos de colaboradores habituales de Hitchcock: George Tomasini (edición), Robert Burks (fotografía), Bernard Herrmann (compositor) y Robert F. Boyle (diseño de producción). Junto con estas imágenes y otras que mostraban el frenético estilo de vida de Nueva York ya me sentía en casa, en especial, al escuchar el enérgico score de Bernard Herrmann.

Volviendo a ver esta secuencia de créditos -con el infaltable cameo de Hitchcock esta vez tratando de subirse a un bus- me impresiona ver el talento de Bass, quien de alguna manera anticipa lo que será el filme. En pocos minutos queda claro la promesa de una historia que será vertiginosa y excitante en torno a un protagonista anónimo, un ciudadano más de la gran ciudad que será confundido con otro sujeto. Estamos en medio de leitmotiv hitchkoneano, el del hombre equivocado o falso culpable perseguido por malhechores y policías. El protagonista en cuestión es un publicista de nombre Roger O. Thronhill interpretado por Cary Grant, quien es confundido con un tal George Kaplan. Thronhill pasará de tener una vida común y corriente a tener otra de situaciones extraordinarias.

Desde los primeros minutos del filme fue imposible borrar una sonrisa en mi rostro. Estaba feliz por la oportunidad de ver por primera vez un filme de Alfred Hitchcock en pantalla grande, por estar viendo su obra junto a mi padre y también por saber tanto de él, de su trabajo, y aún así no dejaba de impresionarme. Primero, porque Intriga Internacional no ha perdido nada de vigencia. Es una película que todavía se conserva vital, además de ser una clase magistral sobre cómo establecer conflictos en pantalla. También es una obra cuyos aspectos formales parecen pertenecer a una orquesta en la cual todos sus instrumentos están cronometrados. El filme de Hitchcock transmite precisión, su acostumbrada economía de diálogos y dosis de suspenso que hábilmente se alternan con comentarios que son brillantes (cortesía del guionista Ernest Lehman, quien también elaboró el script de Family Plot, el último filme de Hitchcock de 1976).

El segundo aspecto que no deja de dar vueltas en mi cabeza es la capacidad de Hitchcock para seleccionar un buen casting. James Stewart, que venía de trabajar con el director inglés en la esencial Vértigo, quería a toda costa el rol de Roger Thornhill. Sin embargo, el papel era para Grant en esencia y expresión. Al actor le quedaban pocos años para retirarse del cine, si bien en Intriga Internacional proyectó madurez, jovialidad y encanto. El papel estaba hecho a su medida como también el de los villanos de turno a cargo del siempre efectivo James Mason y con el siniestro aspecto de Martin Landau. Me quiero detener en Eva Marie Saint, actriz que en el rol de Eve Kendall realiza un papel poco usual para las rubias hitchkoneanas. En su primer encuentro con Grant en el vagón comedor del tren que los lleva hacia la ciudad de Chicago luce hermosa. Su mirada y gestos son fulminantes, a la vez que transmite inteligencia en sus diálogos. También se le ve como una mujer frágil, lo que hace que su papel sea aún más cautivante. Demasiadas veces he soñado con tener algún encuentro con una mujer de este tipo en la vida real. ¡Puedo apostar que algunos de mis lectores también! Eva Marie Saint realizó notables roles en su carrera, siendo el de Nido de Ratas uno de sus más famosos. Es impresionante que como actriz continua activa en cine y en eventos sociales. Sin duda, es una de las últimas leyendas en vida que van quedando del antiguo Hollywood. Sus escenas íntimas con Grant en el tren mientras se escucha el tema romántico que creó Herrmann no sólo están bien filmadas, sino que además expresan cierta ternura poco frecuente en los filmes de Hitchcock.

Un tercer elemento que me conmovió al ver Intriga Internacional fue la reacción del resto de los espectadores, los que se reían con entusiasmo de los chistes expresados por Cary Grant, además de sorprenderse por el suspenso en escenas como la del célebre avión que persigue por un campo al protagonista. Aquella escena de visualidad pura seguramente hizo pensar a los espectadores que el cine es un arte y que detrás de éste hay autores. Es muy probable que estaban pensando que eran testigos de algo importante, es decir, de un pedazo de la historia del cine. Me gusta pensar que dichos pensamientos eran susurrados por Alfred Hitchcock desde donde sea que esté ahora.

Mi viejo se emocionó con el filme, lo disfruto a rabiar y logró conectarse con el cine de su juventud. Yo también me emocioné, en especial, al poder darme cuenta de lo que estaba viendo, de saber apreciar el trabajo de un hombre que pensaba el lenguaje cinematográfico como un espacio para cientos de posibilidades. Hitchcock sabía qué quería ver el público y él tenía claro que quería mostrarle. Jugaba con sus emociones, se proyectaba en éste a través de las miradas hitchkoneanas entendido como el punto de vista de sus intérpretes. Intriga Internacional fue su obra más exitosa, luego del fracaso que experimentó Vértigo en boleterías. Mis filmes favoritos del maestro británico son Vértigo, Frenzy (leer crítica), Rear Window, La Soga, La Sombra de una Duda, Psicosis, Los Pájaros y El Hombre que Sabía Demasiado versión 1956. En esta lista también incluyo a Intriga Internacional, una de las películas que más me han entretenido en mi vida. Es demasiado obvia la influencia que tuvo este filme en la saga de James Bond y en cualquier relato en torno a espías. Para quien desee estudiar a Hitchcock, Intriga Internacional es una notable introducción, ya que en sus escenas están todos sus principios: su narrativa visual a partir del Macguffin, el manejo del suspenso, la banda sonora como personaje, la composición del encuadre, la construcción del protagonista-antagonista, la rubia fatal, la utilización del sonido, la atención por los detalles, la comedia, las referencia a la comida, el rol de las autoridades, las connotaciones sexuales y aquellos movimientos de cámara que hoy sólo realizadores como Brian De Palma y Martin Scorsese son capaces de hacer.

Ver Intriga Internacional en cine es un acontecimiento, una oportunidad única para unir generaciones en torno a un arte que en su esencia es visual. Alfred Hitchcock lo sabía y en forma humilde y cariñosa nos da una oportunidad para ver su trabajo. Cuando se encendieron las luces del cine quedé feliz al igual que mi padre, y al igual que el resto de los asistentes en la sala. Aplaudí con una enorme gratitud hacia un director y sus colaboradores que lamentablemente nunca conocí. Espero que, a partir de este pensamiento escrito y por las innumerables veces en que he hablado de Alfred Hitchcock a conocidos y desconocidos, le esté haciendo justicia a un precursor y visionario con una filmografía -53 películas- difícil de olvidar. La luz de Hitchcock se apagó en 1980, pero su legado está presente en 2018. Sus películas me enseñaron sobre cine, y también a amar escribir, pensar y hablar sobre este arte que gracias a Dios me acompaña todos los días de mi vida, haga lo que haga o esté con quien sea. Notable la iniciativa de Cinemark al estrenar este tipo de obras del pasado, pero espero que en el futuro alguien se anime a reestrenar en cines otras películas de Alfred Hitchcock. ¡Es una oportunidad que merece ser compartida con más personas, sin duda alguna!

Por Julio Bustamante
Creador de Espectador Errante