Desde que vi La Delgada Línea Roja que no experimentaba un silencio tan tortuoso, desgarrador y pasmoso en un cine. La escena sobre la primera prueba de una bomba atómica me dejó atónito al igual que a los demás espectadores presentes en la sala. Todos éramos parte de una audiencia que observaba el nacimiento de una nueva era, una que marcaría nuevas posibilidades para la continuidad de la raza humana. Luego de varias escenas sobre académicos, científicos, militares y políticos haciendo de lo imposible algo posible, el director Christopher Nolan nos muestra a un Julius Robert Oppenheimer (Cillian Murphy) convirtiéndose en el padre de la era atómica, con todo lo que aquella frase podría significar. Algunos críticos señalaron que presenciar Oppenheimer era como ver un filme de terror, comentario que tiene mucho sustento.

Nolan se ha posicionado como uno de los cineastas autores de Hollywood, quien además ha amasado una legión de seguidores en todo el mundo. Su cine suele provocar expectación, a la vez que es uno de los pocos directores que ostentan un control total sobre sus producciones, particularidad que evoca el sentido de independencia del Nuevo Hollywood de los años 70. Nolan nos tiene acostumbrados a un sentido del espectáculo, el cual nos recuerda la composición visual de otros autores como David Lean, así como la imaginería de Steven Spielberg. Sin embargo, el hombre detrás de Interestellar tiene intereses narratológicos que podemos apreciar en la totalidad de su filmografía, partiendo desde la fragmentación del tiempo hasta protagonistas que se debaten entre la tortura del deber y la soledad de la genialidad.

Oppenheimer es la obsesión de un hombre en torno a la matemática cuántica, y que además busca descubrir y dominar la ciencia. La carrera armamentista de la Segunda Guerra Mundial es sólo una excusa para poner en movimiento diversas teorías, para ver cómo el hombre podría crear lo abominable, más allá de cuestionamientos morales. Lo interesante es que el filme de Nolan nos muestra a un hombre de ciencias que convive con intereses sociales y políticos que buscan situar al ser humano en un espacio superior a la doctrina, en respeto hacia los demás y con su propio sentido de libertad. Ahora bien, todo lo que defiende Oppenheimer se derrumba ante el Frankenstein que termina creando, a la vez que pares y ex colaboradores lo ridiculizan, humillan y juzgan públicamente. Es como si el director nos estuviese diciendo que uno no puede ser algo según determinado momento, no se puede estar delante o detrás de lo correcto o en un termino medio. Llega un punto en que se toman decisiones que podrían quemarnos, así como al resto de la humanidad. Oppenheimer, además, expresa la esencia de un explorador, aquel sentido de búsqueda atingente a todos los seres humanos. Buscamos ir más allá de nuestros límites, independiente si corremos el riesgo de abrir la Caja de Pandora.

A partir de diversas escenas somos testigos de las obsesiones de Oppenheimer, su ambivalencia, sus buenas intenciones, pero también somos espectadores de su megalomanía y sentido del espectáculo. Finalmente, todos somos seres humanos, dependemos de nuestro ego, de nuestro intelecto y de las concepciones de terceros que terminan por influir, incluso, en nuestra propia autoconcepción. La pregunta es quién nos define o qué nos define, nuestros actos, omisiones, silencios o genialidad. Lo interesante es que Nolan nos muestra diversos ámbitos de Oppenheimer, para que cada persona, cada espectador, forme su propia definición en relación a si tenemos en pantalla un hombre que es intelecto o emocionalidad, o ambos, o bien un genio que es capaz de crear cualquier cosa, independiente del resultado.

Otra cualidad que define el filme de Nolan es su interés por el diálogo. Somos testigos de innumerables escenas en torno a conversaciones entre protagonistas y un casting de notables y reconocidos secundarios. Todos desde la audiencia sabemos y conocemos el resultado final, prácticamente hoy estamos insertos en medio de una Guerra de Ucrania que nos ha devuelto a un estado de tensión mundial que no veíamos desde La Guerra Fría. Hoy cualquiera puede apretar el botón. Ahora bien, a través del filme queremos averiguar cómo fue posible lo que hoy todos tememos. Cómo, a través de conversaciones, innumerables hombres de ciencia finalmente fueron capaces de atravesar límites y posibilidades, para llegar hasta un punto sin retorno con escaso sentido común. Cada palabra, mirada y silencio nos revela algo de Oppenheimer, de sus colegas, del mundo y paranoia de la década de los años 40 y 50. A ello se suma la rabia y belicosidad, que más allá del objeto de una bomba atómica, también podemos ver en el resentimiento del Almirante Lewis Strauss (Robert Downey Jr.) en relación a la celebridad de Oppenheimer. Todos quieren ser como Oppenheimer, tener algo de su brillo y genialidad, pero aquello también conlleva un alto costo, más allá de cualquier ideología.

Oppenheimer nos recuerda aquellos filmes que se cocinaban a fuego lento, como el Tora! Tora! Tora! de Richard Fleischer, en donde también sabíamos el final, si bien queríamos entender el cómo. También nos evoca la grandeza de personajes contradictorios, como la soberbia caracterización de George C. Scott en Patton de Franklin J. Schaffner. En la obra de Nolan hay expectación en cada momento, en cada avance, en cada discusión, en cada habitación y en la vorágine de un camino que nos podría conducir hacia un oscuro despeñadero. En nuestro fuero interno nos preguntamos “cómo llegamos a esto”, pero también queremos que Oppenheimer “pueda llegar a aquello”, hacia el sentido de horror más simplista posible expresado en una bomba, en la división del átomo y en las capacidades de destrucción radiactiva del uranio.

El filme de Christopher Nolan es historia, sin el edulcoramiento y guiños patrioteros del History Channel. La utilización del blanco y negro recuerda aquel sentido operático y trágico que Oliver Stone utilizó en Nixon y en JFK. Alterna entre diversos momentos en torno al ascenso y caída de Oppenheimer. Ni los hombres de buena voluntad pueden detener lo inevitable y quizá aquello es lo más sombrío del filme de Christopher Nolan, es decir, la sensación de que hay cosas y situaciones que a veces son imposibles de modificar. El descubrir y explorar algo es una compulsión muy fuerte en el corazón humano. Gracias a dicha cualidad es que hemos acertado en varios avances, pero también nos hemos equivocado. Es parte de nuestra humanidad, la que en el filme se sintetiza con la pasión del genio, de aquel Prometeo que nos terminó conduciendo hacia el fuego eterno. El silencio de la prueba Trinity, en Los Álamos, Nuevo México, nos deja atónitos. Es en ese momento, casi sacro, cuando somos testigos del nacimiento de un ser vivo imposible de dominar o de controlar, y que tiene sus respectivos principios.

Oppenheimer es un filme importante, cine de un gran estudio de Hollywood con una propuesta en torno a ideas y bastante cinematografía. Es una obra que busca producir en los espectadores una reacción, una respuesta que por lo menos durante tres horas nos extrae de las nimiedades del día a día. Es cine pensante, con un Cillian Murphy que se mimetiza en Oppenheimer, en sus intensos ojos azules, en posturas, ideas y obsesiones; y también con un Robert Downey Jr. que realiza uno de los mejores papeles de vida, la de un hombre que siempre envidió al genio, pero que por su fatuidad y resentimiento nunca pudo ser extraordinario, ni siquiera rozar aquel estado.

Más allá de su creación, Oppenheimer fue un individuo extraordinario y fascinante, a la vez que su genialidad, y la de sus pares, hizo posible el horror y el miedo más grande de nuestros tiempos, el cual surgió desde nuestra naturaleza humana. No es el miedo a quién pudiese apretar el botón, sino a la posibilidad de alguien apretando aquel botón y todo lo aquello podría significar. El filme de Nolan nos conduce hacia aquel horror, con muchos detalles, creando en los espectadores una experiencia adictiva e irrepetible, y también muy perturbadora.

Título original: Oppenheimer / Director: Christopher Nolan / Intérpretes: Cillian Murphy, Roberto Downey Jr, Matt Damon, Florence Pugh, Emily Blunt, Alden Ehrenreich, Jason Clarke, Matthew Modine, Kenneth Branagh, Tom Conti, Josh Hartnett, Gary Oldman, Dane DeHaan, Rami Malek, Casey Afflexk, James Remar y Tony Goldwyn / Año: 2023.