Robert Altman fue un director privilegiado, quien en sus propias palabras siempre decía que había dirigido las películas que tenía en mente. Muy pocas veces comprometió su visión, característica que lo posicionó como uno de los cineastas más relevantes del cine estadounidense, además de asociar su nombre al desarrollo del cine independiente. A lo largo de su carrera tuvo grandes éxitos de crítica, pero también experimentó rotundos fracasos y el olvido durante los años 80. Recién, en la década del 90, fue cuando volvió al primer plano convirtiéndolo en uno de los cineastas más relevantes de su generación. Altman fue un pilar clave en el Nuevo Cine Estadounidense de los años 70 y también en los siguientes años se transformó en un modelo indiscutido para jóvenes cineastas.

El estilo de Robert Altman se sustentó en relatos corales, en la utilización de recursos formales como el zoom in para mostrar determinadas interacciones entre sus protagonistas e historias, y en la necesidad de reformular géneros, cuyos relatos usualmente giraban en torno a perdedores y oportunistas. En el universo de Altman abunda el drama y particularmente la sátira en torno a una crítica social directa hacia ecosistemas sociales, desde los códigos del western (revisionados en McCabe & Mrs. Miller), las raíces musicales de Estados Unidos (Nashville), la locura subversiva de la guerra (M.A.S.H.) y los egos e hipocresía del mundo del cine (The Player). Las películas de Robert Altman tienen a protagonistas ajenos al tiempo en que se desenvuelven. Su cine busca que los espectadores vean el cuadro completo a través de feroces significados y reflexiones sobre la ambivalencia inherente al ser humano junto con su permanente búsqueda de libertad. Esto porque Altman era un independiente de alma, algo de lo cual se jactaba cada vez que podía.

The Long Goodbye es uno de los filmes más personales de Altman. La película tomó el personaje del detective privado Philip Marlowe creado por el escritor estadounidense Raymon Chandler. Este ícono de la cultura de Estados Unidos fue la respuesta a otros detectives que surgieron en Europa como Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle y Hércules Poirot de Agatha Christie. Philip Marlowe apareció por primera vez en la novela El Sueño Eterno, la que fue llevada al cine por Howard Hawks, poniendo a Humphrey Bogart en el rol de Marlowe. Altman detectó en este personaje una oportunidad para realizar una versión más moderna, con los códigos propios de los 70. Se alejó del arquetipo creado por Bogart, uno que era más clasicista, y reforzó en Marlowe la idea de un hombre cuarentón fracasado que es casi un anacronismo del mundo en que vive, a la vez que en él prevalecen principios que determinan su forma de ser, entre ellos, la lealtad.

En The Long Goodbye, Philip Marlowe es interpretado por Elliott Gould, actor que en 1973 era el candidato más impensado para este rol. Esto porque Gould se había convertido en una especie de paria en Hollywood producto de su adicción a las drogas y comportamientos erráticos. Sin embargo, fue la elección correcta. En el filme de Altman creó un Marlowe más decadente y más cercano a la figura de los antihéroes. Estamos ante un individualista ajeno a la realidad que lo rodea, cuya principal arma es su permanente sarcasmo a través de comentarios ingeniosos. En el filme investiga la desaparición de Roger Wade (Sterling Hayden), un célebre escritor en torno a una trama que también atañe a su atractiva esposa (Nina Van Pallandt), y el asesinato de la mujer de su mejor amigo Terry Lenox (Jim Bouton). The Long Goodbye tiene todos los códigos del cine negro, pero desde un punto de vista moderno y más sarcástico. De alguna forma, todos los personajes del filme son antipáticos o excéntricos, salvo el Marlowe de Gould, quien también en ocasiones resulta algo lejano para los espectadores. Esto no importa, ya que este atributo es uno de los principales aportes del filme. Altman habla en cierta forma de él mismo a través de un Marlowe que lo único que tiene es su independencia. Se mofa de todos, a la vez que es distante. A pesar de ello, tiene códigos infranqueables como lo son la idea de lealtad y la imposibilidad de que un cercano traicione su confianza.

The Long Goodbye es un viaje al caos, elemento acentuado por medio del uso del zoom, cortes abruptos y un protagonista que a diferencia de Sherlock Holmes está más perdido que nunca, en un permanente estado de desconcierto en medio de la hermosa fotografía de Vilmos Zsigmond. Estamos ante una obra que profundiza en la traición y sus consecuencias. Altman desarrolló cierto tono durante gran parte del filme, pero en el final cambia las reglas y de las situaciones graciosas pasamos al desengaño del protagonista y el correspondiente resultado. Cuando se estrenó el filme en 1973 muchos espectadores y críticos no lo entendieron, a la vez que sintieron que Altman había traicionado el espíritu del Philip Marlowe creado por Raymond Chandler. Esto sucede con las películas cuya génesis se sustenta en la necesidad de la transgresión. Altman realizó uno de sus mejores trabajos con esta película que es finalmente un hijo de la década en la que se estrenó. Tal como señalé antes, The Long Goodbye también es la declaración de principios de Robert Altman, sobre su forma de ver la vida y sobre lo que fue el cine para él.

Cada vez que veo The Long Goodbye descubro nuevos elementos. Es una obra repleta de matices y significados, de dobles lecturas sobre la vida desde un Philip Marlowe perdedor que termina por convertirse en uno de los protagonistas más fascinantes del cine de Estados Unidos de los años 70. Es imposible olvidar las imágenes finales de la película, con un Marlowe-Gould alejándose por un camino que recuerda a El Tercer Hombre de Carol Reed. Sin duda, estamos ante un filme imperdible y una de las grandes obras de Robert Altman, el cineasta rebelde por derecho propio.

Título original: The Long Goodbye (también conocida como Un Largo Adiós) / Director: Robert Altman / Intérpretes: Elliott Gould, Sterling Hayden, Nina Van Pallandt, Mark Raydell y Henry Gibson / Año: 1973.