Desde el estreno de Joker se han publicado muchos comentarios, críticas y análisis. Es la película que está de moda. Por tal motivo, todos opinan. Están quienes saben de cine, los que no tienen idea de las raíces detrás del último filme de Todd Phillips, también los críticos reputados, comentaristas amateurs, líderes de opinión, y cientos de podcasters y youtubers entusiastas. Estamos ante el último fenómeno visual de Warner Brothers con un sorprendente Joaquin Phoenix, de cuya interpretación como Arthur Fleck seguramente se hablará por muchos años. Joker muestra el origen del archienemigo de Batman, el burlón y errático Joker, el guasón que desde su locura representa a las personas desplazadas e ignoradas de Gotham, una ciudad que está a punto de venirse abajo producto de la violencia, la falta de oportunidades y la incapacidad para ponerse en los zapatos del otro.

Joker es un viaje hacia la cinematografía contestataria del Nuevo Hollywood de los años setenta, de cuándo el cine era un movimiento con voz propia gracias a innumerables cineastas (los AltmanPakula, Lumet, Scorsese, Bogdanovich, Fosse y Ashby) que buscaban mediante el cine transmitir mensajes para un público desconfiado de las organizaciones públicas y privadas, los juegos de poder de la política y el sensacionalismo de los medios de comunicación. El filme se alimenta de aquella estética de fines de los setenta y primeros años de los ochenta, en las paralizaciones comerciales y la inflación de un Estados Unidos bajo el alero de Jimmy Carter, y a pocos pasos del consumismo exitista de la era de Ronald Reagan.

Es interesante el hombre detrás de Joker, el cineasta Todd Phillips, quien aplica diversas complejidades a su filme. Phillips fue el responsable de la trilogía The HangoverRoad Trip y de Due Date, películas que por medio de bromas escatológicas, griterío exagerado y fórmulas repetidas tenían un subtexto que se relacionaba con la madurez, la soledad y los excesos del hombre moderno con ganas de reventarse de vez en cuando, ya sea como una forma de alivianar cargas familiares, de pareja y laborales.

En Joker se pueden apreciar influencias indiscutidas del cine de los años 70 en Estados Unidos. Están las reflexiones de Sidney Lumet en Network sobre una sociedad ávida por lo que proporciona rating, independiente si lo que se muestra en pantalla es un fracasado cómico a punto de colapsar mentalmente. El público frente y a los lados de Arthur Fleck está cansado. Predomina en este la desidia y el olvido desde quienes han conseguido más. Las raíces de Martin Scorsese también son parte de este espectáculo visual, puntualmente con Taxi Driver y El Rey de la Comedia. Arthur Fleck-El Guasón mediante pastillas, conversaciones con asistentes sociales y esperanzas intenta mantener a ralla su volatilidad. Se trata de una furia contenida que desde la suciedad de las calles, la sombra de edificios ruinosos, el anonimato del transporte público y las propias frustraciones está a punto de desbordarse, como si fuese la espuma en un vaso de cerveza desabrido y demasiado cálido o bien una aproximación mucho más ruinosa del célebre Travis Bickle.

Joker no es una apología sobre la violencia y menos un tratado sobre política o la vida de un nuevo tipo de antihéroe. Más bien estamos ante una obra que muestra un viaje personal de destrucción y enajenación que en ocasiones parece ser una melancólica melodía sobre un comediante abusado, que sólo desea ser aceptado y que al final simplemente pierde el rumbo. Las cavilaciones de Arthur Fleck se sustentan en la rabia de quien día a día tiene que subir simbólicamente una escalera que pesa y mucho. Esto porque la vida es difícil, injusta y muy caprichosa. Fleck, desde otra influencia cinematográfica es también una versión más moderna y mucho más peligrosa de Rupert Pupkin (Robert De Niro), el protagonista de El Rey de la Comedia del citado Scorsese. No es coincidencia que Robert De Niro sea parte del filme de Phillips, si bien en Joker interpreta a Murray Franklin, es decir, una nueva lectura al personaje de Jerry Langford interpretado por Jerry Lewis en El Rey de la Comedia. Este es otro elemento que conecta al cine estadounidense de los años 70 e inicios de los 80 con el año 2019, épocas en la que el público suele identificar el éxito y la validación social a través de la televisión y la fama.

Joaquin Phoenix es un actor camaleónico, cuya filmografía incluye diversos ejemplos sobre su capacidad de transformarse tanto a nivel físico como mental. Y este es el elemento que probablemente más llamará la atención de los espectadores. Sin embargo, el filme de Phillips, y como lo hemos aclarado antes, es un notable complemento gracias a sus connotaciones visuales y narrativas, patentando en imágenes la soledad de un payaso triste y de un cómico sin gracia y sentido común. Las audiencias engancharán con todos estos elementos porque de algún modo somos parte de una sociedad que se siente muy enajenada y que a pesar de comunicar muchas cosas por las redes sociales se siente tan apartada y sin oportunidades como Arthur Fleck. Es la era de la incomprensión más apática e ineludible. El cine de Joker es la génesis de un psicópata, pero sobretodo es la deshumanización personal producto de una sociedad cada vez más deshumanizada.

Título original: Joker (Guasón) / Director: Todd Phillips / Intérpretes: Joaquin Phoenix, Robert De Niro, Zazie Beetz, Frances Conroy, Brett Cullen, Shea Whigham, Bill Camp y Glenn Fleshler / Año: 2019.