El intérprete inglés Peter Sellers buscó durante toda su carrera la posibilidad de ir más allá del ámbito de la comedia. Durante años sintió cierto recelo hacia su encasillamiento como el Inspector Clouseau en La Pantera Rosa, prácticamente en todas las entregas de dicha franquicia bajo la tutela del cineasta Blake Edwards. Es cierto que Sellers siempre destacó en este género y en roles que le permitieron mostrar su notable versatilidad para crear personajes. Stanley Kubrick fue consciente de ello y por algo lo seleccionó para tres papeles distintos en Dr. Strangelove y también para el rol de Clare Quilty en Lolita, la adaptación al cine de la novela homónima de Vladimir Nabokov.

Sellers experimentó el típico síndrome del comediante, aquel desgastante proceso en que frente a los ojos de los demás se sentía obligado a ser gracioso. Una situación similar a la que vivieron otros célebres humoristas como Robin Williams, Richard Pryor o John Belushi, quienes en el reducto de las drogas y el alcoholismo daban rienda suelta a sus frustraciones. Para este tipo de talentos una vez que se apaga la luz de los reflectores, queda probablemente su arista más dramática y ésta no siempre suele causar gracia. Sellers buscaba aprobación, fama y fortuna, consiguiéndolas a escala global. Sin embargo, siempre trató de probar que podía ser más popular, exitoso y también atractivo para diversas audiencias. No quería pasar a la historia como un mero talento al borde de la excentricidad, pero fue justamente aquella característica la que definió gran parte de su legado interpretativo.

Durante casi una década que Sellers trató de llevar a la pantalla la novela Desde el Jardín de Jerzy Kosinski. El autor creó la historia de Chance, un hombre que pasó la mayoría de su vida recluido en una casa desempeñando labores de jardinero. Chance podría ser catalogado como el antecedente directo de Forrest Gump, desarrollado por el escritor Winston Groom y que luego llevó al cine el director Robert Zemeckis. Sin embargo, el relato de Chance no es tan grandilocuente y el personaje está mucho más desconectado de la realidad. Se trata de una persona con determinada discapacidad cognitiva, cuyo contacto con el mundo sólo ha sido a través de televisores instalados en cada habitación en donde solía vivir.

Sellers detectó el humor de la novela, además de un análisis muy agudo sobre la sociedad y su recurrente hipocresía. El cineasta encargado de llevar al cine esta obra fue Hal Ashby, sin duda la persona idónea para comprender el sarcasmo de la novela de Kosinski. Ashby fue una de las piedras angulares del Nuevo Hollywood. No tuvo una carrera demasiado extensa, pero su filmografía siempre se destacó por ser bastante contestataria y diferente a los cánones de la industria. A él le debemos The Last Detail, Bound of Glory, Shampoo, Regreso Sin Gloria y la notable comedia negra Harold and Maude. El cineasta solía tener una barba larga y pelo cano, además de una forma muy independiente de abordar la cinematografía, y habiendo comenzado su carrera como editor en obras de Norman Jewison, entre ellas, The Thomas Crown Affair.

En Desde el Jardín, Chance realmente no sabe nada y menos se interesa por alguien o por algún tema en particular. Tiene la mentalidad de un niño pequeño que vive extasiado por las imágenes, colores y ruidos que provienen del televisor. La casa en donde vive se describe como una época detenida en el tiempo. Quizá es la madurez de un inocente, la que se cruza con un mundo ajeno, demasiado individualista y rápido. Luego de un pequeño accidente, Chance da a parar a la mansión de Benjamin Rand, un hombre adinerado y poderoso interpretado por el legendario Melvyn Douglas. Dicho encuentro le permite al protagonista acceder a otra realidad, la que lo acerca al mismísimo presidente de los Estados Unidos (Jack Warden).

Chance sólo habla de su jardín, es decir, lo que apenas conoce y domina. Sin embargo, los políticos, los medios de comunicación y la sociedad en general comienzan a ver en este tranquilo hombre a un genio. Todos piensan que Chance sabe utilizar la palabra justa mediante analogías y metáforas. Lo interesante es que tanto la novela como en el filme se muestra cómo la sociedad suele catalogar a los demás de cierta forma, ven en el otro su propio reflejo. En vez de poner realmente atención a Chance observan en él sus propios anhelos, frustraciones y pensamientos, ya sea de política o de las dificultades del día a día. En la obra de Ashby está la idea de los mitos que se construyen sobre lo impensado, y también de un ecosistema que va creando paradigmas desde la nada o bien desde los absurdos más increíbles.

Chance fue el rol más reflexivo de Peter Sellers, quien destaca por todo el trabajo físico que realiza en relación a su personaje. En el protagonista hay sabiduría, pero desde la inocencia. Me gusta pensar que es un espejo plano, pero que refleja los vicios de políticos, medios de comunicación y de la gente que suele validar la vida justamente a través de aparatos como la televisión, creyéndose en el camino cualquier palabra o idea, independiente que éstas no tengan realmente algún tipo de fundamento.

En el filme quienes más quedan expuestos son precisamente las elites, las que suelen deslumbrarse ante la artificialidad que ellos mismos crean. En toda esta vorágine narrativa, rodada con precisión en imágenes y simbolismos, destaca el rol de Eve Rand a cargo de Shirley MacLaine. Esta solitaria mujer sufre por la enfermedad de su marido, a la vez queda deslumbrada por Chance. Hay momentos notables en el filme, lo que se sustentan en la comedia física, en los rostros de MacLaine y de Sellers, en especial cuando la primera coquetea con el jardinero que poco o nada sabe sobre sexo, menos sobre el deseo.

Desde el Jardín es una película con muchos simbolismos de carácter cristiano. Desde nombres hasta la idea de Chance como una especie de salvador de la política y del american way of life estadounidense. Sin proponérselo consigue ser venerado por las masas, a la vez que en torno a él se va creando un halo de misterio y también de culto. Esto porque no tiene ningún documento que acredite su identidad. Hay algo de pureza, de cierta inocencia que no ha podido ser corrompida por los demás. Atención especial con los últimos minutos del filme, cuando Chance camina sobre el agua. Este momento, uno de los más encantadores del cine estadounidense de los años 70, representa la pureza del personaje, una visión un poco redentora en torno a su figura y también cierta soledad. Estamos ante un hombre que no sabe explicar las cosas o lo que sucede a su alrededor, pero cuyo rostro manifiesta una intuición particular sobre lo relevante, teniendo como ejemplo la escena del fallecimiento de Benjamin Rand. Chance no lo sabe explicar, no lo verbaliza y es probable que no haga un análisis muy profundo sobre la muerte de su amigo, pero sí intuimos en su mirada que sabe que no lo verá más.

He visto Desde el Jardín en diversas etapas de mi vida y creo que se trata de un filme que también crece con las propias experiencias de los espectadores. Es una obra lacónica y que exhibe sin inhibiciones nuestra extraña naturaleza humana. Chance nos podrá parecer un personaje desafortunado por su condición, pero quizá los más desventurados somos nosotros, ya que vivimos en un día a día que redunda en caretas y en realidades vacías que proyectamos, ya sea desde nuestros miedos e inseguridades. Peter Sellers es entrañable en el filme y lo interesante es que él también observó al mundo desde su propia excentricidad. El intérprete falleció un año después del estreno de Desde el Jardín y pienso que en aquella época estaba en su mejor momento creativo. Me gusta pensar que trascendió por su talento, para regalarnos como despedida el notable rol de Chance, el jardinero.

Título original: Being There (Desde el Jardín y también conocida como Bienvenido Mr. Chance) / Director: Hal Ashby / Intérpretes: Peter Sellers, Shirley MacLaine, Melvyn Douglas, Jack Warden, Richard Dysart y David Clennon / Año: 1979.