La tensión sexual de Bajos Instintos y Atracción Fatal palidece al lado de Narciso Negro, filme de los cineastas Michael Powel y Emeric Pressburger. El filme, estrenado en 1947 y con el protagonismo de Deborah Kerr, relata la historia de un grupo de monjas anglicanas que en un antiguo templo en los Himalayas deben levantar una escuela y misión cristiana. Décadas atrás, el edificio era el lugar en donde vivían las esposas del padre del actual general del pueblo, además de ser un espacio dedicado a placeres hedonistas y carnales. A ello se suma que el templo está situado a una gran altura en medio de un acantilado, en una zona que se caracteriza por sus fuertes vientos.

Hace algunos años asistí al taller de un amigo sobre Powell y Pressburger, precisamente en torno al aporte audiovisual de ambos artistas por medio de su respectiva asociación conocida como The Archers. Sin embargo, debo reconocer que recién anoche vi Narciso Negro por completo, revelándose ante mí uno de los grandes filmes británicos y de la historia sobre técnicas audiovisuales en torno al Techinicolor, gracias al director de fotografía Jack Cardiff. Dicho proceso se caracterizó por su nivel saturado de color y también por haber utilizado cámaras de cine de grandes dimensiones.

En Narciso Negro no se muestra ninguna escena de corte sexual y apenas hay referencias al deseo. En cambio, lo que sí hay es un sinfín de simbolismos y de un lenguaje audiovisual supeditado a la historia de un grupo de mujeres con traumas y carencias afectivas, las que tratan de obviar mediante el culto a Jesucristo y sus parábolas. Los trajes blancos de cada mujer contrastan con las pinturas de contenido sexual del palacio, lo que se refuerza producto de un viento que pareciera actuar sobre la consciencia de cada una de sus moderadoras. Deborah Kerr interpreta a la hermana Clodagh, una mujer no correspondida en el amor que decidió dedicarse a Cristo. Bajo su tutela están las hermanas Philippa (Flora Robson), Honey (Jenny Laird), Briony (Judith Furse) y Ruth (Kathleen Byron). El trabajo de las mujeres es arduo y también incluye la enseñanza de un joven general (Sabu) y de Kanchi, la actriz Jean Simmons con apenas 17 años.

Pero es el personaje del Señor Dean (David Farrar) el que despierta las pasiones de las mujeres, en especial de la hermana Clodagh y de la hermana Ruth. Dean es el inglés del pueblo, un hombre vividor, sarcástico y poco acostumbrado a la moralidad de las nuevas habitantes del palacio. Es la representación del físico contra la espiritualidad de las hermanas.

Entonces, ¿por qué digo que la sexualidad de Narciso Negro es más sugestiva que una película como Bajos Instintos? Lógicamente, son obras audiovisuales que tienen que ser consideradas según la época en que fueron estrenadas. Ahora bien, lo interesante de Narciso Negro es que toda su propuesta y carga sexual se resume a la insinuación, y estamos hablando de un filme muy atrevido para el año de su estreno que fue en 1947. A veces da la impresión de estar frente a un filme que comienza como un drama, si bien después avanza hacia el terreno de un thriller con toques de terror. Clodagh y el resto de las hermanas experimentan episodios casi febriles que ponen a prueba su fidelidad a Dios, al hombre espiritual. El Señor Dean, Kenchi y el mismísimo palacio parecen demonios destinados a tentar a cualquier persona o morador del edificio, cuyo viento se asemeja a una fuerza gravitacional que arrastra a las hermanas, en especial a Ruth hacia una vorágine en torno al deseo y la pasión. En aislamiento se despierta en ella la lujuria y la necesidad de ser aceptada desde la perspectiva sexual.

Narciso Negro es el exotismo detrás del sexo, de lugares en donde fe y razón parecen diluirse producto de tradiciones y de historias sobre excesos y atrocidades. Las hermanas están coexistiendo en un lugar primitivo en el que todo florece, todo se relaciona con la sexualidad y la reproducción. Por ejemplo, no cosechan alimentos, pero sí flores que a su vez son un simbolismo de la fertilidad y la vanidad.

El director de fotografía Jack Cardiff obtuvo el Oscar a la Mejor Fotografía y con justa razón, ya que las luces y sombras que representó en imágenes muestra aquella batalla inherente entre lo racional y lo irracional, entre la cordura y locura, entre castidad y lujuria. Por ejemplo, Cardiff destacó en varias entrevistas que su inspiración laboral se sustentó en gran parte en al arte y técnica del pintor italiano Caravaggio. Por tal motivo, al ver el filme sentí que en ocasiones estaba ante una película de terror o bien ante un relato gótico sobre un castillo que por las noches o antes del alba más parece ser una prisión que un lugar dedicado a la oración. El rostro de Deborah Kerr es la de una mujer atormentada por el pasado y cuando toca el gran campanario del palacio emite el sonido de la lucha que se está librando en su alma, una sensación de desesperación y de cierto olvido en medio de un paraje exótico que podría ser la representación de un sueño, y también en torno a pulsiones sexuales.

Pero quien se roba todas las miradas es Kathleen Byron. Su hermana Ruth simboliza a una mujer despechada y relegada a su propio anonimato. Cardiff la filma e ilumina como si fuese un demonio, la representación material de la atracción febril e irracional. Sin duda uno de los grandes momentos del trabajo de Cardiff es aquel en que Ruth con un vestido rojo se pinta los labios, teniendo frente a ella a la hermana Clodagh, quien desde el color blanco de sus ropas se mantiene firme ante el simbolismo del color rojo entendido como la tentación carnal. Estamos ante una escena que perturba no sólo por el duelo interpretativo entre ambas actrices, sino por los silencios y miradas en donde se entrometen las cavilaciones del espectador, sean éstas morales o inmorales.

Powell y Pressburger realizaron al año siguiente Las Zapatillas Rojas, su trabajo más ambicioso. Años más tarde cada uno tomó su propio camino, y Powell terminaría rodando Peeping Tom (El Fotógrafo del Pánico), película fundacional del cine terror de 1960 y, junto a Psicosis de Alfred Hitchcock, uno de los referentes fundacionales del subgénero slasher. Sin duda que ambos directores fueron visionarios, a la vez que aportaron al cine con nuevas posibilidades desde la utilización del color y el uso de los encuadres cinematográficos. Narciso Negro es una de sus más importantes obras, la que además filmaron totalmente en Inglaterra, en los estudios Pinewood. Se trata de una clase magistral de cine que continúa viéndose auténtica e innovadora y cuyos efectos especiales con fondos pintados y maquetas dejarán atónitos a los espectadores. Es una obra muy erótica, pero que no incluye ningún beso. Todo es insinuación, un buen guion y la fotografía y técnica de Jack Cardiff, uno de los grandes caballeros del cine. Sin duda, una obra imprescindible del cine del siglo XX.

Título: Black Narcissus (Narciso Negro) / Directores: Michael Powell y Emeric Pressburger / Intérpretes: Deborah Kerr, Flora Robson, Jenny Laird, Judith Furse, Kathleen Byron, Sabu, David Farrar, Jean Simmons y May Hallat / Año: 1947.