Pocas personas conocen en el nombre de Fred Ward y quizá algunos lo asocian a intérprete de carácter o actor secundario. Lo cierto es que Ward tuvo protagónicos en varios filmes, a la vez que se posicionó como la figura del hombre común enfrentado a diversos dilemas. También podía asumir el rol de villano o de hombres de negocio, incluso representantes de la ley, con serios cuestionamientos morales. Lo cierto es que Fred Ward tenía una voz muy particular y una presencia física con la que era fácil identificarse. En Los Elegidos de la Gloria (The Right Stuff), uno de mis filmes favoritos, quedé impresionado con Ward en el rol del astronauta Virgil “Gus” Grissom, quien era cuestionado por sus actos, sin derecho a desfile y en un completo anonimato. La frustración de Ward cruza la pantalla en todo momento. Fue una de las primeras películas que vi en mi infancia y el trabajo de Ward vuelve a mi cabeza una y otra vez, ya que simbolizó la figura del héroe americano en desgracia.

Fred Ward trabajó en muchos filmes, recordados por cinéfilos y seguidores, tales como Henry & June (interpretando a Henry Miller), Miami Blues, Corazón de Trueno, Silkwood, Fuga de Alcatraz y Short Cuts, pero en Espectador Errante quiero recordarlo a través de sus filmes de culto, los que se conectan directamente con mi infancia.

Remo Williams: The Adventures Begins: filme a cargo del cineasta británico Guy Hamilton, responsible de algunos capítulos de la franquicia Bond (Goldfinger, Vive y Deja Morir, Los Diamantes son Eternos y El Hombre del Revólver de Oro). En esta película Ward interpreta a un policía que es entrenado para convertise en un asesino, una máquina de matar bajo la tutela de una organización cuyo objetivo es eliminar a políticos y funcionarios corruptos. La película tiene un tufillo a cine B, a la vez que mezcla artes marciales, filosofía y muchas piruetas impresionantes en torno a la Estatua de la Libertad (durante una oportunidad en que realmente estaban arreglando el famoso monumento). El sublime score de Craig Safan acompaña las rabias de Ward, su falta de sofisticación y también su carisma. El proyecto surgió como una idea de franquicia a partir de la serie de novelas The Destroyer escritas por Warren Murphy y Richard Sapir. Lamentablemente, la saga no prosperó convirtiéndose en una de las películas de culto lanzadas por el estudio MGM en los años ochenta. Fred Ward convence en el rol, se cree literalmente el cuento en una obra que integra acción y mucha comedia junto a un irreconocible Joel Grey (Cabaret).

Tremors (Temblores): no sé con exactitud la cantidad de veces que he visto esta película. Era materia obligatoria al volver del colegio, en una copia en vhs bastante roñosa. El filme era rápido de ver, muy entretenido y sin pretensiones. Fred Ward se luce como el malhumorado Earl Bass y también con la notable química junto a Kevin Bacon (como Valentine McKee). Ambos interpretan a un par de adorables perdedores en medio del pueblo más aburrido del mundo hasta que aparecen desde las profunidades de la tierra varios gusanos gigantes. Efectos especiales con oficio, dinamismo entre los protagonistas y una historia de terror cómica muy convincente hacen de este filme un recuerdo imborrable para muchos cinéfilos. Todos los años veo esta película, aunque sea sólo una vez. Posteriormente aparecieron secuelas y varios intentos fallidos por reunir a los protagonistas. Incluso, Kevin Bacon ha dicho que Tremors es uno de sus trabajos favoritos. Sin duda, cine B con mucho cariño dirigido por Ron Underwood (City Slickers, Heart and Souls), cineasta a revalorar.

Cast a Deadly Spell: la vi cuando mis papás contrataron servicio de cable y por HBO a mediados de los años 90. Nunca la olvidé y hace apenas tres meses la encontré en HBO Max, dentro de sus producciones originales. Fue un placer reencontrarme con esta película dirigida por Martin Campbell (Casino Royale, Edge of Darkness). Aquí Fred Ward interpreta al detective Harry Philip Lovecraft (referencia indudable al célebre escritor) en una historia que mezcla cine negro con hechizos y demonios. Resulta que en el Hollywood de los años 40 la magia es pan de cada día. Las personas convocan espíritus y juegan con trucos que modifican a veces la realidad de las cosas. En medio de una notable dirección de arte y de fotografía, Fred Ward tiene que averiguar el paradero de un copia del Necronomicón, libro que puede abrir la puerta hacia el mundo de los demonios y muertos. Ward se luce en la figura de un detective privado sarcástico, con poca suerte, algo cansado y muy cínico, siempre con la verborrea más apropiada. En el camino seduce a una joven Julianne Moore y se codea con efectos especiales muy adelantados para ser un producto de factura televisiva. Un filme que tiene todos los códigos del cine negro y a colores, y también con magia muy convincente. Es de esas películas que entretienen de principio a fin y con un Fred Ward más gigante que nunca.