Cuando tenía 12 años siempre iba al videoclub de FotoValck de Viña del Mar, el cual estaba localizado en la calle 1 Norte, pasando el Puente Ecuador. En un día podía ir hasta tres veces, y mi papá en forma abnegada me acompañaba. Iba a todas y me daba el gusto en todo. Sabía que su hijo sentía un placer único al ver películas, una tras otra. Nunca me cansaba de ver, de explorar el mundo del cine, ya sea a través de películas buenas, malas, pasables, cine arte, en fin, lo que cayera en mis manos. Y así fue que encontré el VHS de Let It Ride, comedia de 1989 dirigida por Joe Pytka (Space Jam). El filme es la historia de Jay Trotter (Richard Dreyfuss), un taxista de poca monta que experimenta un día de suerte en el hipódromo.

Se preguntarán ¿por qué hablar de Let It Ride, un filme más en la larga lista de comedias estadounidenses ochenteras? Tengo muchas razones para hablar de ella. La primera es el recuerdo de una película que me produjo una gran alegría, sensación que se mantiene hasta el día de hoy. La segunda es el carisma de Dreyfuss, intérprete al que siempre he respetado. Obtuvo un merecido Oscar al Mejor Actor por La Chica del Adiós (1977), pero siempre he considerado que debería haber sido más venerado de lo que realmente es. George Lucas le dio un rol clave en American Graffiti (1973), filme coral sobre la pérdida de la inocencia de Estados Unidos previo a la Guerra de Vietnam. Y en el mismo año llamó la atención por su rol de Baby Face Nelson en la notable Dillingerde John Milius. Ahora bien, su primera gran actuación fue su protagónico en The Apprenticeship of Duddy Kravitz (1974), de Ted Kotcheff. Luego vendría la internacionalización de la mano de Steven Spielberg, gracias a Tiburón (1975) y también por Encuentros Cercanos del Tercer Tipo (1977).

Richard Dreyfuss siempre actuó con mucha convicción en géneros como el drama, pero es en la comedia en donde ha tenido sus mejores resultados. En Stakeout de John Badham (1987) demostró química junto a Emilio Estevez, pero su habilidad para la comedia, sin duda, resaltó en Let It Ride. En el filme grita, bromea y se nota que lo está pasando bien. Representa a todos quienes hemos soñado con un día único de suerte. Yo también he sentido fanatismo por el hipódromo y por apostar. Obviamente, no tanto como Trotter, el personaje de Dreyfuss, pero entiendo y comprendo los ambientes que se producen en torno a las carreras de caballo. Es fácil observar a personas que se juegan la vida, taxistas que buscan abultar sus ingresos, oportunistas que creen que tienen el gran dato y, sobre todo, la expectación, los gritos, rabias, alegrías y festejos ante cada carrera.

Lo interesante de Let It Ride es que Joe Pytka, su director, evita la sobreexposición de Dreyfuss. En vez de ello, muestra a una variopinta fauna de personajes, todos muy bien delineados. Se podría decir que el hipódromo de Let It Ride simboliza las diferencias sociales, entre pobres, millonarios y sobrevivientes. Sin embargo, a todos les une la posibilidad de ganar dinero, pero más que nada la posibilidad de tener una buena racha de suerte, con el mundo de las probabilidades y de la emoción que se produce en cada carrera. Es imposible no encariñarse con todos los personajes de Let It Ride. Cada uno representa una esperanza, una posibilidad de cambio, pero es Jay Trotter quien los representa a todos. El último bastión social, el que está dispuesto a arriesgarlo todo porque desea creer en su suerte, en sí mismo, y en la posibilidad de llegar a ser extraordinario dentro de su habitual anonimato. Jay Trotter es alguien en las carreras. Es respetado y querido, y en el filme también se habla de la amistad, y de querer que les vaya bien a otros. Quizá el filme, en pleno siglo XXI, parezca algo ingenuo en su propuesta narrativa, si bien el mundo del cine es donde se puede soñar, y el lugar en donde se puede tener un mágico día de suerte.

Siempre he dicho que cada película tiene su espacio. Es cierto que hay muchas que son infumables, imposibles de quererlas, pero hay otros filmes que tienen corazón, una alegría inherente difícil de explicar o de racionalizar. Let it Ride es escapismo puro, de esas tardes de cine de los días domingo en donde una película, sin demasiadas pretensiones, tenía la capacidad para dejarte con una enorme sonrisa en el rostro. El género de la comedia puede convertirse en obras de arte, bien lo sabía Billy Wilder. Ahora bien, Let It Ride no alcanza la altura de los filmes del célebre cineasta austriaco, pero su honestidad y buenas intenciones son más que loables. Son atributos que se perciben fácilmente durante su visionado.

Cada año trato de ver Let It Ride, obra que me conecta con mi infancia, pero más allá de la nostalgia es un filme que me permite seguir admirando a Richard Dreyfuss, en especial su capacidad para la comedia, su sentido del timing en cada gesto y broma, y en aquellas notables escenas junto a Robbie Coltrane (imposible no extrañarlo). Let It Ride es de esas películas que me devuelve la fe en las personas, en los universos que éstas representan y en sus anhelos que suelen agrandarse, con mucha magia, en la pantalla.

Título original: Let It Ride (conocida también como Un Día de Suerte) / Director: Joe Pytka / Intérpretes: Richard Dreyfuss, Teri Garr, David Johansen, Jennifer Tilly, Allen Garfield, Richard Edson, Cynthia Nixon y Robbie Coltrane / Año: 1989.