Cinéfilos y críticos consideran a Los Imperdonables como el filme que revivió el género western en los años 90, catapultando a Clint Eastwood al panteón de los cineastas “vacas sagradas” de Hollywood. El filme tiene méritos propios, en especial por el tratamiento de la venganza, el abuso de poder y la idea del antihéroe, en el personaje de Bill Munny en el rostro y gestos de Eastwood. Un año después, y también a partir del oscarizado resultado de Los Imperdonables, se produjo un revival por el western, produciéndose en 1993 dos filmes sobre Wyatt Earp, célebre U.S Marshal de la historia de Estados Unidos gracias a su duelo en O.K. Corral, entre otros hechos históricos. Estos filmes eran Wyatt Earp de Lawrence Kasdan y Tombstone de George P. Cosmatos (Leviathan,Cobra).

La obra de Kasdan, de más de tres horas de duración, es un exhaustivo registro sobre la vida de Earp. Es un filme que se desarrolló bajo los códigos del cine clásico y con cierto aire a epopeya, y con un reparto estelar, si bien en ocasiones se siente algo cansino, innecesario y reiterativo. En cambio, sí me quiero centrar en Tombstone, filme que según diversos interpretes como Val Kilmer realmente fue dirigido por Kurt Russell, mientras que Cosmatos simplemente se desempeñó como director fantasma. Sea esta historia cierta o no, prefiero quedarme en los méritos cinematográficos de Tombstone, un trepidante filme de acción, en forma y puesta en escena, pero también en las notables caracterizaciones de sus intérpretes.

Tombstone parte en forma endiablada, con una narración en off de la mano de Robert Mitchum que da paso al espectacular score de Bruce Broughton, el cual acompaña la bestialidad y violencia de los vaqueros encabezados por Powers Boothe y Michael Biehn. En otra arista, tenemos al bueno de Wyatt Earp (Kurt Russell) y sus hermanos, quienes dejan de lado la justicia para producir fortuna en el pueblo de Tombstone. Earp logra amasar riqueza y propiedades, mientras que el pueblo y sus ciudadanos son atemorizados por los vaqueros, cuya característica es una bufanda de color rojo. Héroes y villanos conviven en este pueblo que está a punto de venirse abajo, ya sea por excesos o por la violencia intrínseca a hombres rudos, alcohólicos y furiosos. Al final, los hermanos Virgil (Sam Elliot) y Morgan (Bill Paxton) recapacitan, al igual que su hermano Earp, quien además será ayudado por su fiel amigo Doc Holliday (un soberbio Val Kilmer).

Tombstone sobresale por el montaje de sus secuencias, aportando nuevas aristas a una historia que fue retratada hasta el cansancio en las décadas del 40, 50 y 60. El mito de Wyatt Earp y también de Doc Holliday alcanza nuevos ribetes en el filme al ser humanizados, con sus soles y bemoles. Earp busca desmarcarse de su sentido de justicia, a la vez que Holliday trata de sobrevivir a su tuberculosis con cierto humor negro. Ambos hombres se aprecian y se respetan en medio de un territorio que se abre hacia la modernidad, a la expansión, si bien éste todavía tiene que sobrevivir al abuso de poder de hombres marginados producto de su falta de moralidad. La puesta en escena del filme sobresale por sus colores y también por algunos ecos que provienen del cine de Sergio Leone. La opulencia de los salones de juego, la belleza de los caballos y la posibilidad de hacerlo todo contrasta con el miedo que imponen los vaqueros, con la suciedad de sus rostros, y con la locura y rabia de personajes como Johnny Ringo (Michael Biehn). Todo en Tombstone es exceso, es un western que respira veracidad, dejando de lado aquel carácter casi prístino de los westerns de la década del 50 y 60. La sangre de cuerpos pulverizados, matanzas a granel y el pragmatismo de la época no se esconden. Al contrario, se muestran sin censura para el goce absoluto y casi morboso de los espectadores.

Estamos ante uno de los westerns más vertiginosos de los años 90 gracias a su reparto coral, quizá el último de dicho género que se ha visto en pantalla. Ante nosotros desfilan diversos intérpretes, proporcionando a cada uno de sus personajes el tiempo justo y necesario. En ningún caso, el filme pretender ser una obra crepuscular sobre el western, sino más bien aporta el sentido de acción que Andrew G. Vajna, uno de sus productores, impulsó en el cine estadounidense de los años 80. George P. Cosmatos y Kurt Russell, sin duda, realizaron un western moderno, que logró revitalizar este género junto a todos sus clichés, pero también aportando una cierta sensación de fascinación hacia sus personajes, ya sea cualquiera que esté detrás de un revólver. Considero a Tombstone como uno de mis westerns modernos favoritos, ya que evita caer en la idealizada imagen de los Estados Unidos en expansión (de cineastas como John Ford y Anthony Mann). En vez de ello, muestra una sociedad que se construyo a punta de balazos y asesinatos, de excesos, y de mucha violencia. En sus imágenes se percibe originalidad y realidad, la que a veces es muy cruda, pero que en otros momentos no deja de fascinarnos y desconcertarnos. Atención con la escena del duelo en O.K Corral, un verdadero espectáculo en cuanto a montaje y uso del encuadre.

Título original: Tombstone / Director: George P. Cosmatos / Intérpretes: Kurt Russell, Val Kilmer, Sam Elliot, Bill Paxton, Michael Biehn, Powers Boothe, Robert Burke, Dana Delany, Stephen Lang, Joanna Pacula, Jason Prestley, Michael Rooker, Billy Zane, Jon Tenney y Charlton Heston / Año: 1993.