Hay muchos cineastas que suelen ser irregulares en el desarrollo de sus filmografías, si bien con mucho ánimo de búsqueda se pueden detectar joyas cinematográficas. Por ejemplo, tenemos el caso de directores como el australiano Roger Donaldson y el canadiense Ted Kotcheff. El primero dirigió varias películas del mainstream estadounidense, si bien tiene notables obras como Sleeping Dogs, No Way Out, 13 Días,  y The Bounty. A su vez, Kotcheff es mucho más que First Blood, la interesante primera parte de Rambo, ya que fue el responsable de aquella joya estrafalaria y alocada que fue Wake in Fright en 1971. Obviamente, ambos cineastas dirigieron películas entretenidas, pero también es interesante detectar aquellos filmes que los catapultaron a la fama o que se transformarán en sus testamentos fílmicos, a revalorizar, una vez que ya no estén con nosotros.

En esta oportunidad me quiero detener en John Mackenzie (1928-2011), cineasta escocés que alternó su carrera entre el cine y la televisión, si bien tiene dos títulos importantes a rescatar. Uno de ellos es El Cuarto Protocolo, trepidante relato de agentes secretos y espías en medio de la Guerra Fría, a partir de la novela homónima de Frederick Forsyth. El otro filme, al cual me quiero referir, es The Long Good Friday, probablemente una de las mejores radiografías sobre el mundo del hampa y de gánsteres en el Londres de principios de los años ochenta.

La historia de The Long Good Friday (El Largo Viernes Santo) sucede durante un fin de semana que incluye el feriado de Viernes Santo, con Harold (Bob Hoskins), jefe criminal que retorna de un viaje a Nueva York para concretar el negocio de su vida: un resort casino que no sólo implicará millonarios ingresos, sino también una forma de legitimar su pequeño imperio. Harold es un criminal que se ha pulido y que a lo largo de una década ha mantenido la paz entre distintas pandillas de Londres. Es temido por sus pares, admirado por Victoria (Helen Mirren), su leal mujer, y también tiene un séquito de lugartenientes y secuaces que lo respetan. Sin embargo, algo sale mal al principio del filme, afectando considerablemente las negociaciones de Harold con un grupo de inversionistas estadounidenses. Lo anterior gatilla el asesinato de uno de sus leales colaboradores, además de varios atentados con explosivos, incluyendo uno contra su madre, además de otras intimidaciones que van dejando su imperio a merced de una fuerza que al principio desconoce. Durante este fin de semana santo su legado comienza a derrumbarse, en especial cuando toma la decisión de enfrentarse contra una facción del Ejército Republicano Irlandés (IRA).

The Long Good Friday es Bob Hoskins haciendo de malo, pero uno muy verosímil y que además debió haber sido una de las inspiraciones de David Chase para crear el personaje de Tony Soprano. Harold es una fuerza destructiva que a pesar de codearse con el poder, con autoridades y políticos, sigue siendo un ser vengativo y violento. Impone justicia y también una cierta megalomanía que se siente muy real en medio de un discurso que tiene como telón de fondo el Puente de la Torre de Londres. Bob Hoskins intimida, lo que se acrecienta gracias a su llamativa figura física. A su lado está la sofisticación que le proporciona Victoria, en su rol de anfitriona, amante y consejera. Es la persona que tiene tanto o más poder que Harold, es su centro y el objeto de deseo de colaboradores y detractores. Tanto Mirren como Hoskins son creíbles en sus roles, lamentándose más escenas juntos. Justamente, son los momentos entre ambos intérpretes los que contribuyen a la humanización de Harold, proporcionando incluso cierta sensación de legitimidad al imperio que levantó.

John Mackenzie registra interesantes secuencias, entre ellas, el asesinato del lugarteniente Colin (Paul Freeman) en una piscina pública, el amedrentamiento a diversos gánsteres en una faenadora de carne, y la secuencia final de una venganza que finalmente se sale de control, en medio de un circuito de carreras de autos. Otro gran momento sucede cuando Harold encara a su lugarteniente Jeff (Derek Thompson), lamentando su ambición y aquellas decisiones que finalmente lo conducirán al despeñadero. Son pocos minutos, si bien son suficientes para revelarnos la violencia que siempre se anidó en el alma de Harold.

The Long Good Friday revitalizó el cine sobre mafiosos y criminales en la Inglaterra de los años ochenta, dando paso a otras interesantes obras como The Hit (Stephen Frears, 1984) y Mona Lisa (Neil Jordan, 1986), otra vez con el protagónico de Bob Hoskins y de la mano de la productora HandMade Films, la misma que estuvo detrás del filme de Mackenzie. Estamos ante una película vertiginosa, muy bien lograda a nivel técnico, pero que por sobre todo, es una obra que destaca por las actuaciones de sus protagonistas. Quedé impresionado por esta película, en especial por su naturalidad y ausencia de artificios narrativos. Bob Hoskins realiza un tour de force interpretativo difícil de olvidar, provocando un gran lamento por su fallecimiento en 2014. Al verlo en pantalla, en los minutos finales como Harold frente a un joven Pierce Brosnan, nos recuerda su aporte al cine. Se sorprende y acumula rabia, todo en una secuencia centrada en su rostro, el que simplemente simboliza el absoluto ocaso y cierto desconcierto. Sólo aquel momento justifica toda la película. Sin duda, The Long Good Friday es una de las obras clave de la cinematografía inglesa de hace más de cuarenta años. ¡Imperdible!

Título original: The Long Good Friday (El Largo Viernes Santo)/ Director: John Mackenzie / Intérpretes: Bob Hoskins, Helen Mirren, Paul Freeman, P.H. Moriarty, Derek Thompson, Bryan Marshall y Pierce Brosnan / Año: 1980.