En 2004 se cumplen 20 años desde que vi Entre Copas, filme de Alexander Payne que se convirtió en la sensación indie de aquel año, y que además sumó importantes candidaturas a los Premios Oscar. El otro día me puse a pensar en este filme y decidí repasarlo, en especial porque soy fanático del vino, de sus sensaciones y del rol que desempeña en nuestras vidas. Pero antes de dicha reflexión, volvamos a la historia de Entre Copas.

Miles (Paul Giamatti) es un profesor y escritor frustrado. Lleva un par de años en medio de una absoluta depresión producto de un divorcio y también es un asiduo a la experiencia vitivinícola, en particular a aquellos vinos de la cepa Pinot Noir. A su lado está Jack (Thomas Haden Church), actor de telenovelas y comerciales que está a una semana de casarse. Ambos amigos de toda la vida inician un viaje, una suerte de road movie, a través de los principales viñedos del estado de California. La idea es jugar golf, comer en abundancia y, sobre todo, probar la mayor cantidad de vinos posible. En este espacio de relajo conocen a Stephanie (Sandra Oh), a la vez que Miles se reencuentra con Maya (Virginia Madsen), una hermosa camarera que representa un respiro y una cierta alegría para su apesadumbrada vida.

Entre Copas es un viaje alucinante a través de las emociones del vino, el cual nos suele acompañar tantos en los momentos de júbilo como en aquellas instancias en donde buscamos reencontrarnos a nosotros mismos. Miles vive en una absoluta depresión por lo que no fue, por lo que perdió y por lo que quizá nunca llegue a ser, mientras que Jack aún no ha madurado, si bien es una persona que cree en el potencial de su amigo. Se podría decir que Miles representa la insoportable levedad del ser. A diferencia de él, su amigo Jack es espontaneidad, relajo, alegría e impulsividad. Sin embargo, ambos se complementan, ya sea en sus miserias y alegrías, y en la búsqueda de un sentido a las cosas en medio de cierta crisis de la edad madura.

Alexander Payne es uno de los cineastas que mejor ha filmado las relaciones humanas. Sus personajes suelen llegar a un punto que se alteran o pierden el control, a la vez que observan con cierta ironía la vida. Pareciera ser que no hay mucho sentido, si nos más bien algunos momentos para mostrar lo peor de uno mismo. Los personajes de Payne, ya sea en Entre Copas, en About Schmidt o en Nebraska viven en un cierto grado de decadencia en medio de una vida en la que perdura la comedia negra. La mayoría de las veces son hombres que están enrabiados por diversos motivos, mientras que las mujeres suelen representar la esperanza. Miles en Entre Copas es un sujeto que está al límite, un muerto caminante en vida que se esconde detrás de su conocimiento por el vino. El score de Rolfe kent expresa con mucho carisma la tonalidad del filme, una que se mueve por momentos hilarantes y otros de absoluta melancolía. También, Payne es un cineasta al que le gusta evidenciar los convencionalismos de la idiosincrasia estadounidense, con sus particulares códigos en torno al éxito o el fracaso. Ahora bien, lo interesante es que Payne nunca ridiculiza a sus personajes, ya que incluso en sus más absolutas bajezas los humaniza.

Cuando se estrenó el filme, sus protagonistas no eran muy conocidos, lo que fue muy positivo para el efecto que produce. Esto porque en todo momento sentimos que sus personajes son reales, nos identificamos con ellos en todo momento. Yo mismo me siento interpretado por Miles en ocasiones, ya que es un personaje que vive la pasión del vino, pero suele olvidar la pasión de la vida. Los momentos más interesantes del filme suceden en sus conversaciones con Maya, en especial cuando Miles le comenta las razones de su interés por el Pinot Noir. A su vez, Maya, en una suerte de confesión, le señala a Miles las razones de su interés por el vino, por los viñedos. Ambos, pareciera ser, que relatan simplemente una suerte de hobbie, si bien sus reflexiones son mucho más que eso. Esto porque ambos personajes se revelan ante la cámara, muestran sus sentimientos más profundos en torno a conversaciones que nos permiten ver qué son, que sienten y cuáles son sus tristezas.

Volviendo a lo que señalé al principio, mi interés por el vino se fue dando con los años, valorando diferentes cepas y sus respectivas sensaciones. Nuestra experiencia con el vino, ya sea en compañía o en una noche solitaria, muchas veces nos dice más de nosotros de lo que creemos. Diría que es una relación muy íntima, la que suele evocar otros momentos e instantes, ya sea de absoluta alegría o de ciertos pesares. En todo caso, siempre he considerado que el vino es sofisticación, pasión y sensaciones agradables cuando percibimos, al igual que Miles y Maya, qué hay detrás de su creación.

Entre Copas es un filme que a casi 20 años de su estreno ha envejecido muy bien, como un vino de alta calidad que con el tiempo ha adquirido más cuerpo, más sabor, más carácter e, incluso, tanto jovialidad como sabiduría. Es una de mis películas favoritas de la primera década del siglo XXI, con notables interpretaciones destacando la hermosa Virginia Madsen (nominada la Oscar como Mejor Actriz Secundaria por su rol de Maya) y Thomas Haden Church (también nominado como Mejor Actor Secundario). A ello se suma un notable Paul Giamatti, quien construye un Miles que con sólo ver su mirada y rostro sabemos cuáles son sus torturas mentales. Entre Copas recuerda esos filmes de los años 70, en donde los personajes lo eran todo (imposible no pensar en las películas de John Cassavetes). Es una obra que expresa humanidad, alegría y mucha melancolía, como la vida misma, pero siempre acompañado por una agradable copa de buen vino.

Título original: Entre Copas (Título original Sideways) / Director: Alexander Payne / Intérpretes: Paul Giamatti, Thomas Haden Church, Virginia Madsen y Sandra Oh / Año: 2004.