El subgénero zombie se ha masificado a nivel mundial con la irrupción de series como The Walking Dead. La adaptación televisiva del comic de Robert Kirkman se ha transformado en un fenómeno de la cultura popular, cuyos seguidores son espectadores que han mutado sus preferencias a partir de hechos históricos que se vinculan al atentado a las Torres Gemelas, la guerra de Irak y la idea del terrorismo entendida como la gran amenaza foránea del siglo XXI. Los muertos vivientes hoy son un simbolismo de nuestros miedos ante ámbitos políticos y económicos cada vez más endebles, los que sitúan al hombre contemporáneo como un individuo sin norte y a punto de perder su civilidad.

George A. Romero se adelantó casi 50 años a este estado anímico y cultural, ya que por medio de La Noche de Los Muertos Vivientes (1968) anticipó la figura de un ser humano en permanente contradicción en medio de una sociedad tensionada por paradigmas como el racismo, el consumismo y la incomunicación entre personas asediadas por las exigencias del poder económico. Dicho filme tensionó el canon del género de terror, haciendo de una simple historia de personas atrapadas en una casa, y que son acechadas por zombies, un relato con claros subtextos relacionados a la Guerra de Vietnam y, en particular, a la Guerra Fría. Estos primeros mensajes y planteamientos de Romero se hicieron cada vez más patentes en el resto de su filmografía zombie. Entonces, ¿podemos decir que el director de La Mitad Siniestra podría considerarse uno de los cineastas más contestarios y originales del nuevo Hollywood de los 70´? y ¿es Romero un cineasta autor que cumple los arquetipos de los teóricos de Cahiers du Cinema?

La primera trilogía zombie de Romero (La Noche de los Muertos Vivientes, El Amanecer de los Muertos Vivientes y El Día de los Muertos Vivientes) se ajusta a lo que el crítico de cine Manny Farber denominaba arte termita. El autor en su ensayo Arte Termita contra Arte Elefante Blanco consideraba al primero como aquella expresión artística incoherente e imperfecta. Lo anterior se puede apreciar en las películas citadas, ya que en ellas la cámara no se esfuerza por esconder el bajo presupuesto a nivel de maquillaje y efectos especiales. Incluso, abundan diálogos redundantes y el mayor conflicto emocional sólo se percibe en la necesidad de los protagonistas por sobrevivir al flagelo zombie. Sin embargo, estos filmes optan por decisiones audaces, además de poseer subtextos que buscan interpelar a los espectadores. El primero es protagonizado por un actor afroamericano y desconocido (en un año clave en la lucha por los derechos civiles de las personas de color en EE.UU.). A su vez, el segundo filme muestra el resabio del afán consumista como parte de los instintos primarios de los zombies en medio de un centro comercial (muertos que deambulan por pasillos y escaleras automáticas) y en la tercera parte, con mejores efectos especiales, un grupo de militares descontrolados y sin cadena de mando es aún más peligroso que los propios muertos vivientes.

En 1953 el director Don Siegel (Harry el Sucio) plasmó las ideas acerca del control mental en medio de la Guerra Fría en su célebre filme La Invasión de los Usurpadores de Cuerpo[1]. Una fuerza alienígena desconocida era capaz de subvertir el ideal de libertad e individualismo del pueblo americano en una masa uniforme, lo que era una evidente referencia a la idea de masificación del comunismo soviético. Es imposible negar la influencia de este filme en la obra zombie de Romero, quien en vez de las referencias marxistas utilizó el capitalismo americano como forma de vida decadente y sin rumbo. A ello se suma el desplome de las instituciones gubernamentales y de orden, aspecto que se ahonda a través de una sensación de caos en todos sus filmes, y que es apoyada por un montaje que privilegia la utilización de planos generales que muestran el avance de la masa de muertos vivientes. Lo anterior, en el campo y en las ciudades. Finalmente, los protagonistas tratan de sobrevivir ante situaciones corrientes (desde entrar a una casa o a un negocio para conseguir alimento). Sin embargo, lo que realmente provoca miedo en el espectador es aquella intuición e idea sobre la pérdida de la sociedad, una en donde el ser humano tendrá que protegerse de sí mismo.

En el artículo ¿Qué es el cine moderno? Adrian Martin señala que en la manifestación cinematográfica la acción y la emocionalidad se intensifican, es decir, las imágenes y situaciones en pantalla se ven más grandes y monumentales. Dicho aspecto está presente en la filmografía zombie de Romero, sobre todo, en La Noche de Los Muertos Vivientes y en El Amanecer de los Muertos Vivientes, películas que exponen el caos externo que se produce en la calle y en centros urbanos. El espectador distingue la confusión y sorpresa ante la pandemia zombie. La falta de visibilidad de aquella realidad coartada, y que podría experimentarse a nivel mundial, fomenta una mayor sensación de miedo, paranoia y desamparo frente a la ausencia de instituciones como la policía y las fuerzas armadas.

En la primera trilogía zombie hay descuidos evidentes a nivel interpretativo. Incluso, a nivel grupal entre las tres películas se pueden observar disparidades entre las criaturas que asechan a los protagonistas, ya que algunas utilizan piedras como arma (La Noche de los Muertos Vivientes), mientras que otros lucen un extraño maquillaje azulado (El Amanecer de los Muertos) o signos de inteligencia (El Día de los Muertos Vivientes). Aun así, este desconcertante hecho no impide la manifestación de una ideología clara y patente, y que se relaciona con cierta desconformidad y carácter efímero de la sociedad estadounidense, una que comienza a devorarse a sí misma y en la que el denominado sueño americano palidece frente a la resurrección de los muertos.

Cuando los críticos de cine elaboran listas con los principales filmes contraculturales es usual ver en el primer lugar a obras como Busco Mi Destino (1969). Lo anterior se explica en que su director, Dennis Hopper, diseñó un road movie que cuestionó el establishment puritano de la sociedad capitalista occidental, a la vez que exhibió la subcultura de la droga y la sexualidad poblada por jóvenes marginados y defraudados del conservadurismo político de la era de Richard Nixon. La Noche de los Muertos Vivientes se adelantó en un año a aquella película. No habló puntualmente de jóvenes disconformes, pero sí transmitió el mensaje de una sociedad que vive en permanente miedo y dependencia material. Romero impuso un estilo documental con imágenes en blanco y negro, decisión que acentúo una mayor crudeza y que de alguna manera es un antecedente directo del found footage (y que volvió a repetir en El Amanecer de los Muertos Vivientes). Es así que la invasión zombie, en su discurso formal y de contenido, promovió nuevos cánones en el cine de terror, aspecto que anteriormente había hecho Psicosis de Hitchcock y El Mirón de Michael Powell, películas fundacionales y referencias directas del subgénero slasher[2] americano.


A Romero en muchas ocasiones se le ha acusado de ser un director fanático de la violencia desmedida, pero su gore extremo es parte inherente a su obra. La crítica de cine Pauline Kael valoraba la violencia en los filmes de bajo presupuesto porque mostraban al mundo tal cual es. El director de Martin es parte de dicha calificación (al igual que otros cineastas como Sam Peckinpah), pero de ninguna manera hace una apología de la violencia. Al contrario, en sus filmes zombies muestra situaciones posibles cuando las personas carecen de un orden. La idea del apocalipsis bíblico está presente al igual que la del sacrificio, ideas que también prevalecen en desenlaces que colocan a los protagonistas en un futuro incierto y solitario, como si se tratase de la escena final de Los Pájaros del citado Hitchcock.

El fallecido crítico de cine del Chicago Sun – Times, Roger Ebert, incluyó a El Día de los Muertos en su libro Las Peores Películas de la Historia. En su comentario reconoce que La Noche de Los Muertos Vivientes fue una genuina inspiración al momento de su estreno, pero en el tercer capítulo de la trilogía denunció a un Romero extraviado y perdido al incorporar situaciones cómicas o demasiado violentas. Las palabras de Ebert pueden tener asidero, pero también olvidan que detrás de dicha desconexión aparente yacen mensajes sobre el fascismo en torno al militarismo desmedido. Lo anterior adquiere un nuevo significado en otro autor como J. Hoberman, quien en Underworld USA: El cine independiente americano, en su ensayo Películas Malas, señaló que “en este tipo de filmes entre errores y descuidos se pueden encontrar oportunidades para expandir las posibilidades formales”. El Día de los Muertos, sin duda a nivel argumental es confusa, pero en sus defectos prevalecen ideas muy claras sobre la medicina y la imposibilidad de domesticar lo salvaje.


Romero y las nuevas audiencias

La segunda trilogía de George A. Romero fue mucho más dispar y discreta a nivel cultural que su antecesora. La Tierra de los Muertos Vivientes, El Diario de Los Muertos Vivientes y La Resistencia de los Muertos Vivientes son obras cuyo único punto en común es el fenómeno de la desvinculación social y la diferencia de clases, y en donde el mundo latino y afroamericano es descartable, si bien son los más aptos para la sobrevivencia. En El Diario de los Muertos se agrega la influencia de las redes sociales como mecanismo de comunicación masivo que hace aún más horrible y desesperanzada la sensación de pandemia zombie. Estos filmes no tuvieron mucho éxito de crítica y de público, pero es indiscutible que el primero de ellos -La Tierra de Los Muertos- presenta a un Romero con nuevas ideas y también más cómodo en la relación con un gran estudio (Universal). En esta obra el último bastión de civilidad queda reducido a un rascacielos en el que cohabitan diversas clases sociales que se miden según el piso y la altura. Es la Torre de Babel de nuestros días, en cuyo último escalafón está poblado por emigrantes y enfermos. Esta nueva trilogía muestra a un Romero más convencional y al servicio del espectáculo, pero que todavía percibe a la sociedad contemporánea como un lugar mundano, materialista y solitario.


En Francia suelen alabar el cine de John Carpenter, quien es considerado un autor desde la mirada academicista, y cuyos filmes son celebrados en cuanto a su estética y la influencia de cineastas clásicos como Howard Hawks. Es cierto que George A. Romero ha desarrollado una filmografía muy irrregular en comparación al director de Christine. Sin embargo, sus trilogías zombie hablan de un autor con una ideología propia que todavía tiene espacio para ser investigado por la influencia socio-cultural del subgénero zombie que alteró en 1968 y que inspiró a otros autores como Lucio Fulci (El Más Allá) y Sam Raimi (Posesión Infernal[3]).

La partida de Romero nos toma por sorpresa a todos, en especial, a la inmensa legión de fanáticos que crecimos con sus filmes. Lamentablemente, fue un cineasta que dirigió poco, pero que en cada una de sus obras se preocupó por mantener su visión e independencia. Sin duda, echaremos de menos su inventiva, su buen humor y los mensajes que transmitió desde muy joven a través del cine. Se fue un autor relevante, cuyo trabajo continúa influenciando a nuevas generaciones de cineastas, incluso de manera insospechada.

[1] El cineasta Philip Kaufman realizó un remake homónimo en 1978, el cual profundizó en el tema de la pérdida de individualidad.

[2] Subgénero del cine de terror que definió su estilo visual y narrativo con Halloween de John Carpenter en 1978.

[3] También conocida como Evil Dead, la creación de Sam Raimi produjo uno trilogía, un remake y Ash versus Evil Dead, serie que se caracteriza por sus escenas gore y referencias a la comedia Slapstick americana.

BIBLIOGRAFÍA

  • Farber, Manny. “Arte Termita contra Arte Elefante Blanco”. Editorial Anagrama. 2016
  • Martin, Adrian. “¿Qué es el cine moderno?”. Uqbar Editores. 2008
  • Hoberman. “Underworld USA: El Cine Independiente Americano”. Ediciones BAFICI. 2012
  • Bolaño, Adalberto. El Estilo del Alma y el Cuerpo: la crítica cinematográfica de Pauline Kael. 2012.
  • Ebert, Roger. “Las Peores Películas de la Historia”. Ediciones Robinbook. 2007.


FILMOGRAFÍA

De George A. Romero:

  • La Noche de los Muertos Vivientes, 1968
  • El Amanecer de los Muertos Vivientes, 1978
  • El Día de los Muertos Vivientes, 1985
  • La Tierra de los Muertos Vivientes, 2005
  • El Diario de los Muertos Vivientes, 2007
  • La Resistencia de los Muertos Vivientes, 2009
  • La Mitad Siniestra, 1993

Otros filmes

  • Busco Mi Destino, Dennis Hopper, 1969
  • La Noche de los Muertos Vivientes (Remake), Tom Savini, 1990
  • La Invasión de los Usurpadores de Cuerpo, Don Siegel, 1953
  • La Invasión de los Usurpadores de Cuerpo, Philip Kaufman, 1978