Lo primero que llama la atención al conversar con el cineasta Lucio A. Rojas es que siempre responde en plural. Es usual escucharle decir palabras como estamos, hicimos y pensamos. Esto se debe a que es un realizador extremadamente consciente en que la creación cinematográfica se sustenta en un trabajo en equipo en donde los colaboradores son esenciales. Decidí entrevistar a Lucio porque después de ver Sendero, el primer filme chileno de terror estrenado en Netflix, consideré que el cine de género en Chile es mucho más que algunos intentos aislados (con los próximos estrenos de Gritos del Bosque de Jorge Olguín y Wekufe: el origen del mal de Javier Attridge). Lucio tiene carisma, conoce a cabalidad los fundamentos del cine de terror y es un hombre afortunado que vive y respira cine. A pesar de la falta de recursos, Sendero es una obra interesante, con cierta complejidad detrás del gore y los códigos propios del cine de terror.

Lucio tiene un universo propio como realizador que se percibe en pantalla, además de la disciplina necesaria para perseverar en un tipo de cine que es carísimo frente a la carencias cinematográficas de nuestra realidad nacional. Su cine es pensado, le interesa el trabajo con actores, utiliza siempre storyboards y su nombre ya es conocido en festivales internacionales. Hace poco presentó en Cannes un primer avance de Trauma, filme que estrenará a fines de este año. Es consciente que se trata de una gran apuesta, con mayor presupuesto y con escenas bastante crudas. Se podría decir que le gusta provocar y que también le interesa lo nuevo, apostar por historias que no dejen indiferente a nadie.

El vínculo de Lucio A. Rojas con el cine comenzó desde pequeño, en el tiempo en que vivió junto a su vida familiar en Aysen. A fines de los años 80´ era un consumidor habitual de VHS en el típico videoclub de barrio. Fue así que conoció diversos autores y un género que le quedó dando vuelta en la cabeza por sus posibilidades y porque se sustenta directamente con el miedo, uno de los estados más primitivos del hombre. La historia de Lucio con el cine se produjo de diversas formas hasta que finalmente tomó una cámara digital y empezó a filmar.

Sin duda, estamos ante un realizador interesante, quitado de bulla, que no aparece mucho en medios de prensa y que a veces es mirado con suspicacia por la crítica y espectadores que no necesariamente están acostumbrados al cine de terror. Sin embargo, es un cineasta que también tiene muchos seguidores y en el extranjero han valorado mucho su trabajo hasta el punto de encontrar en Alemania ediciones de lujo en DVD de Sendero. A ello se suma el interés de inversionistas extranjeros en torno a su incipiente filmografía. Lucio es un cineasta al que se le debe tomar atención por su visión, por el aporte que está realizando al género de terror en Chile y también porque es un autor letrado con una visión particular de la sociedad y del mal que nos rodea. La entrevista que le realicé fue extensa y creo que podría haber estado dos horas más conversando con él. Lo anterior, demuestra humildad y una pasión extrema por el cine de terror. Le gusta comentar sobre sus proyectos, sus influencias y su vida dedicada al cine sin pretensiones. Estamos ante un director que producirá importantes cambios y que desde su nicho no tiene nada que envidiar a los cineastas chilenos que están filmando en el extranjero. Sólo es un tema de tiempo para verlo en una producción estadounidense. A continuación, conversamos con Lucio sobre su cine, sus planes y su visión de uno de los géneros más adictivos entre cinéfilos y espectadores en general.

-¿Cuáles fueron tus inicios en el ámbito del cine?, ¿cuál fue tu primer contacto con el género de terror?

Soy de la generación videoclub. Mi afición por el cine comienza en el año 1988, en un videoclub de barrio en Aysén. En Aysén y Coihaique, los lugares en donde viví en esa época, había sólo un canal que era TVN y que además llegaba mal. La otra diversión era escuchar la radio Minería y no había más. Al final leías mucho y arrendabas películas. Siendo chico, con 10 o 11 años, ibas al videoclub y veías las carátulas. Te llamaba la atención ver El Vengador Tóxico y otras cintas prohibidas en algunos países. Al final me formé con el espíritu de videoclub, de un cabro chico que no tenía mucho qué hacer, salvo arrendar películas y verlas sólo en la casa. Fui una de las primeras personas en piratear en Chile. En la casa teníamos dos grabadores y copiaba películas, estamos hablando del año 1988-1989. Hice un microtráfico de Mi Amigo Mac en el colegio, lo que es muy chistoso. Después llegué a Santiago, cursé la enseñanza media, me fue bien en la prueba de aptitud académica y entré a estudiar derecho en la Universidad de Chile, pero al año me retiré. En esa época tenía intenciones de estudiar cine, pero estamos hablando del año 1996-1997, periodo en que había pocas escuelas de cine. Sin embargo, viniendo de una familia tradicional me era imposible hacer eso. Finalmente, di la prueba de aptitud de nuevo y entré a estudiar administración pública en la Chile. Después iniciamos un negocio de familia, de venta de películas que se transformó en la tienda Gala. Estuvimos casi 9 años en la Galería La Merced. Estando en eso, cuando yo me lo podía costear por mi cuenta, entré a la Escuela de Cine de Chile. Ya estando ahí comencé a hacer cosas de inmediato, cortometrajes en digital. En el verano, entre el primer y segundo año, hicimos una película con un amigo, un filme muy cutre, amateur, que en Estados Unidos se llamó Zombie Dawn, el que está en Youtube (2 millones de reproducciones). Aquí se le llamó Muerte Ciega. Sacamos una película sin presupuesto, levantamos plata entre la familia, etc.

-¿Te costó mucho este cambio?, ¿cómo lo tomó tu familia?

A mis viejos le costó asumir este giro, pero después les demostré que podía hacerlo. Esta carrera es muy inestable. En los talleres que me invitan comento que esto no tiene nada de glamoroso y que es muy exigente. Ven fiestas, festivales, pero al final no es así. Si vas hacer cine en Chile tienes que estar dispuesto a que se te arruinen las relaciones de familia, de pareja, de todo. Acá en Chile todas las películas son independientes, se hacen con 20 o 30 millones de pesos. Es casi imposible competir a nivel mundial con esos presupuestos. Después hice Perfidia, en donde nos fuimos en una onda más experimental y con apenas 4 millones de presupuesto, todo se hizo con canje, etc. Perfidia me permitió empezar a trabajar en Sendero, un proyecto más grande y con un costo de poco más de 50 millones. Todos los que estamos en el cine de terror y fantástico estamos conscientes de estar en el nicho de público más complejo. A los fans de terror les da lo mismo el costo de una película, es un público más preparado porque ven el cine de Andrei Tarkovsky o de Aki Kaurismaki antes de ver filmes de terror. Han pasado por Mario Bava y Dario Argento. Es un espectador muy cinéfilo, el que te lleva a que tus filmes sean muy competitivos.

-¿Cuál es tu definición del género de terror?

Para mí el terror es uno de los principales géneros junto al drama y comedia, y que se aprecia desde los inicios en el filme del vaquero apuntando su pistola a los espectadores. Hoy en día el género se ha ganado el respeto. Lo más interesante está sucediendo en el terror, el cual ha cambiado mucho. Por ejemplo, tienes filmes como La Bruja o The Babadook que hace 30 años no hubiesen pegado. Están llegando a otro nivel estético y plástico. Por ejemplo, el éxito que tuvo The Walking Dead en sus primeras temporadas no es por tratarse de una historia de zombies, sino que era una teleserie en un mundo de zombies. Para mí el terror es un género transversal, le gusta a casi toda la gente, produce algo, produce diversión colectiva. Por eso, en los festivales de cine pega tanto. Hay una energía con todo el mundo gritando. Puedes tener una sala llena y la risa nerviosa produce algo. El terror es la única sensación, sentimiento, además del amor, que es universal. Por eso, muchos de los que estamos en esto lo hacemos porque nos llama la atención. Tiene que ver con algo morboso y masoquista. Por ejemplo, le pregunto a mis amigos si no han tenido ganas de matar a alguien…todos alguna vez hemos tenido dicha sensación que es una perversión permisible. Se juega con el tema de las posibilidades, la gente va dispuesta a pasarlo mal con los filmes de terror. Se trata de un género muy amplio y masivo.

-El cineasta Wes Craven decía que la experiencia de ir al cine, de varios espectadores visualizando un filme, también contribuye a su transformación. ¿Crees que los filmes de terror adquieren nuevos significados junto a los espectadores?

EL terror tiene algo muy puntual, pasa por oleadas de lo políticamente correcto e incorrecto. Hay años en que definitivamente no se pueden hacer películas de terror por ciertos temas que son muy sensibles. Me lo dijo una vez un distribuidor. Esto se debe a tendencias, épocas en donde la brujería pega o los asesinos en serie. Wes Craven seguramente lo dice por sus primeras películas como La Última Casa a la Izquierda. Los 70´ fueron clave. No se preocupaban por la crítica, nada. Dicho filme de Craven después empezó a crecer, a transformarse en otra cosa. Son filmes que tienen una energía propia. Por ejemplo, La Bruja o The Babadook son filmes de terror que toman tendencias que se han instalado en el mundo, por ejemplo, el feminismo desde la sexualidad o la maternidad. The Babadook es una oda contra la maternidad y La Bruja habla de la sexualidad. En Trauma hicimos un retrato crudo sobre la violencia de género. Tiene que ver con las tendencias.

-Wes Craven también señalaba que las películas de terror no crean el miedo, sino que lo liberan, ¿concuerdas con dicha idea?

La gente cuando ve el cine de terror se siente liberada, hay placer, se disfruta y es muy liberador. Sin embargo, los espectadores se han ido desquiciando mentalmente, ya que han comenzado a identificarse con los villanos. Empatizan con ellos, lo que me parece un poco extraño. Por ejemplo, Freddy Krueger es un pederasta. Son temas sensibles, todo tiene que ver con lo sexual y abusos. Por ejemplo, Sleepaway Camp es un filme que toca un tema muy heavy para al año 1983, bajo la estampa del slasher habla del abuso infantil. Son temas complejos en medio de contextos masivos. El terror te permite hablar de diversos ámbitos. Es un muy buen momento para el terror, quizá su mejor época y con varios talentos.

-¿Cuáles han sido tus principales influencias y qué aspectos te han interesado de los directores y filmes que admiras?

Me gusta la forma de trabajo de Takashi Miike, quien siempre ha realizado proyectos interesantes. En Estados Unidos mis referencias son literarias, entre ellas, Clive Barker. También Arthur Machen,principalmente su obra El Pueblo Blanco. Todos son de corte fantástico y me preguntan las razones de no haber trabajo con dicho material. La respuesta es por un tema de presupuesto, por temas de diseño de producción. Me gusta mucho John Carpenter, David Cronenberg y Wes Craven no tanto por sus filmes, sino por los conceptos que trabajó entre los años 70´ y 80´. Por ejemplo, es una gran película La serpiente y el Arcoíris. También me gusta mucho Guillermo Del Toro.

-¿Te consideras un Cinépata?

Lo fui en la época en que no hacía cine, en la tienda de películas que tenía en el centro de Santiago. En general, veo de todo. Yo creo que si trabajas en el género de terror te ayuda ver 500 películas y también leer libros, pero lo más relevante es tener un imaginario propio. He visto en muchos cineastas un pastiche visual con referencias a otros filmes. Por eso, lo importante es tener una cosmovisión propia.

-H.P. Lovecraft decía que el miedo es la emoción más primitiva y más fuerte de la humanidad. ¿Es por dicha razón que a veces podemos olvidar haber visto un drama, pero no una buena película de terror, de suspenso?

Yo siempre pienso en este trabajo que cada obra no tiene que ver con el presente, sino con el filme que viene. Se hace el filme para el que viene. Es una idea que hace tiempo me da vuelta en mi cabeza. Cuando hice Sendero tenía en mi inconsciente Trauma, cuando estaba con Trauma tenía en mente el proyecto que se viene el próximo año que se llama Malebolgia (que hace referencia a la La Divina Comedia de Dante Alighieri), de donde nos alejamos del terror físico. Con Trauma hicimos un filme para chocar. Una de las metas es que la gente aguante lo menos posible, lo que no es muy comercial del mundo, pero está pensado como un filme de nicho. Por ejemplo, la primera escena es una de las tres más brutales de la película. El objetivo era hacer un buen filme a nivel técnico e interpretativo, pero dentro de una película cruda. Es un cine de choque, esa fue la búsqueda que nos propusimos. Trauma toma un elemento crudo de la historia de Chile, pero en el contexto de un filme de terror. Para mí no es tema que se hagan películas de la dictadura, de Allende, lo que está bien. Sin embargo, esos tópicos tienen un poco agotado al público. También la gente es prejuiciosa al decir que sólo se hacen filmes de corte político en Chile, lo que no es así. Con Trauma me interesaba introducir personajes de aquella época, pero sin politización, va hacia otra cosa. Situamos en un determinado contexto, pero no hablamos de dicha época. 

Dejando huella en Netflix

-Sendero es un filme muy visceral que cumple con diversos códigos del cine de terror. ¿Qué tan consciente eres de dichos códigos al momento de escribir tus historias?

Sendero lo financie a través de dos productores. A pesar de que era una película más grande igual se paga el noviciado, ya que incluyeron muchos efectos digitales. Te lleva a un nivel de estrés de postproducción que no se lo doy a nadie. Nos demoramos más de 6 meses. Al final estuvo en más de 15 festivales y fue la primera película de terror chilena que se estrenó mundialmente en Netflix. De ahí pasamos a Trauma, que en el fondo es todo lo que no pude hacer en Sendero. Es un filme muy violento. Había quedado con la bala pasada en Sendero, por no lograr lo que tenía en mente. Con Trauma se logró con creces el nivel de violencia, tanto así que será difícil moverla. Creo que hoy estamos con una lluvia de información que ha hecho más insensible al espectador. Por eso, creo que se debe ir a los extremos. Trauma es un filme de nicho y que no se ha hecho en Chile, y con un presupuesto de 100 millones de pesos. En mí caso los códigos están ahí porque la gente empatiza con determinados personajes. La idea es hacer protagonistas comunes, cercanos, pero llevados a una situación límite. Al trabajar en el terror o lo fantástico se deben cumplir ciertos códigos, en especial, al principio, por criterios comerciales.

-Es innegable algunas influencias de Sendero, principalmente La Masacre en Texas de Tobe Hooper. Tienes a este grupo de muchachos que se adentra en el submundo trastocado de una familia o secta. Poco a poco se van adentrando en el horror y en cierta bestialidad mórbida que recuerda al filme citado, ¿estás de acuerdo con dicha influencia?

Siempre lo pensamos así. Yo quise hacer La Masacre en Texas a la chilena adecuándola a una realidad local. También haciendo implícita una realidad como el incesto.

-El personaje de Tomás Vidiella es un acierto porque en cierta medida la teatralidad propia de este actor hace mucho más inquietante el rol que interpreta. También recuerda un poco a Ernest Borgnine en Deadly Blessing de Wes Craven, ¿cómo fue el tratamiento de este personaje?

Para mí el mal siempre sale impune. Veo el mal en todas partes. Puede pagar en un momento, pero el daño ya está. El Mal suele ganar. Tomás me interesaba mucho porque tiene mucha presencia escénica, lo que era necesario en esta película. También había un factor comercial. Tampoco nos restaba nada que su personaje fuese más grandilocuente. Esto porque el terrateniente chileno suele hablar así.

-Señalas que ves el mal en todas partes, ¿así percibes a la humanidad?

Me considero una persona muy alegre. Soy bueno para bromear y creo que mi vida ha sido bastante feliz. Sin embargo, desde una burbuja de la observación he visto mucha maldad, por ejemplo, el delincuente chileno de gatillo fácil, al que si no le pasas el celular te dispara. Veo maldad en los políticos, en la vida laboral. Para mí no es normal que los viernes en la tarde se llenen todos los locales, lo que se debe a que la gente no vive feliz. Por ejemplo, para mí es sano pasarlo bien en la semana. En cambio, a Chile lo veo como un país muy pesimista, muy triste. Se hunde en tragedia, en el individualismo, en la soledad. Además de eso, tengo un punto de vista pesimista de la vida. Es brutal que la gente se tenga que levantar a las 5 de la mañana para volver a sus casas a las 9 de la noche. Eso es violencia hacia las personas. A mí me violenta ver eso.

-En Sendero fue muy interesante el trabajo de actores que realizaste, en especial con Andrea García-Huidobro, ¿cómo trabajaste con ellos, realizaron ensayos con tu guión?

En cualquier filmación se trabaja mucho con egos, tanto de los actores como del equipo técnico. Se trabaja, en general, con poco presupuesto. Los actores pueden estar en tu rodaje hasta las 6 y después se tienen que ir a ensayar a una obra de teatro. En cuanto a Sendero, la elección de Andrea siempre fue la primera opción. Me tincaba mucho como protagonista y es una muy buena actriz. Por ejemplo, Andrea es una muy buena directora teatral, lo que la hace una de las mejores en Chile. En Sendero tuvimos algunas reuniones con los actores previas a la filmación, pero fueron menos de las que hubiese querido. En cambio, en Trauma tuvimos un mes de ensayo con todo el elenco. Eso ayudó mucho y creo que el resultado fue notable. En cuanto al ambiente, yo soy muy relajado como director. No voy a un rodaje para pasarlo mal porque de por sí un rodaje es tenso, en especial, cuando tienes un límite de días para filmar y un presupuesto acotado. Es clave un ambiente grato, ya que muchas veces se está rodando un material que es complejo, el cual siempre debe ser tratado con respeto y delicadeza. Hacer esas escenas tan crudas y violentas produce un desgaste físico. Trauma ha sido el rodaje más grato que he tenido.

Desarrollo del género de terror en Chile

-En Chile se están haciendo reconocimientos a la incipiente exportación de talentos chilenos a otros mercados. Tenemos cineastas como Pablo Larraín, Sebastián Lelio y Sebastián Silva rodando en Hollywood y en Europa, con actores de renombre internacional. Sin embargo, tú también has conseguido acuerdos como el de Netflix para la exhibición de Sendero, ¿Cómo ves el género de terror chileno, su desarrollo hacia nuevos mercados?

Toda la gente que ha creído en nuestros proyectos nos ha permitido levantar otras iniciativas. Esto es bueno para promover confianzas, para el inversionista local y también extranjero. También demuestra que se pueden hacer buenas cosas a nivel técnico, de buen nivel narrativo y de estándares internacionales que nos permitan competir en cualquier país. Por lo mismo, estamos tratando de mezclar el punto de vista del autor y de la industria, lo que siempre es algo complejo. Esto porque hacer películas para mayores de 18 años muy extremas te reduce mucho a un determinado nicho. Por lo mismo, nosotros siempre hemos sido muy jugados en eso, en estas primeras películas. Yo me veo como esa camada de directores que está haciendo cine de género en el país. Una persona no va a generar una industria de cine de terror en Chile, pero sí puede ayudar a generar confianzas, para que otros realizadores noveles consideren que se pueden hacer filmes de terror en Chile. En el país hay un muy buen nivel técnico, pero falta inversiones para hacer cine de terror y fantástico. Por ejemplo, en Chile hasta el momento sólo se ha estrenado un filme de terror que fue Madre. En cambio, en el primer semestre de este año en Argentina se estrenaron 15 filmes de terror.

-¿Qué hace falta para mejorar dicho panorama?

Fondos audiovisuales exclusivos para cine de terror y de género. Chile es un país que a nivel cinematográfico depende de los fondos para cine. He visto que gente sin este tipo de recursos no hace nada. También creo que un gran porcentaje de los realizadores chilenos es un poco flojo porque creen que tienen una idea genial y que de un día para otro aparecerá algún mecenas. Eso no es real porque el cine en Chile es un proceso. Hay mucha gente ingenua que cree eso.

-¿Cuál es tu próximo proyecto?

Malebolgia que es un filme con coproducción de Chile, Alemania, Polonia y con posibilidades de sumar capitales mexicanos. El nombre toma elementos de La Divina Comedia de Dante Alighieri. Aquí vuelvo a mis orígenes, a lo fantástico, a los mundos paralelos. Es un filme que trata sobre el fin del mundo, en donde se produce un conflicto entre una especie de dios y una invasión extraterrestre clásica, y al mismo tiempo el infierno de Dante. Se rodaría en Chile en 2018.

El primer festival de cine fantástico en La Región del Maule

-¿De qué trata Trauma?

Es la historia de cuatro mujeres que van de paseo un fin de semana al campo y en el camino se encuentran con dos hombres que tienen que ver con el pasado de la dictadura chilena. Son atacadas por estos dos tipos, a la vez que las chicas en algún momento se enfrentan a ellos. Tiene mucho de slasher, en especial al final. Comienza como un drama romántico, pasa a ser un filme de abuso, después sobrevivencia y termina con toques de slasher. En Cannes presentamos un avance, lo que fue muy bueno para entrar en próximo festivales.

-¿Qué otros planes tienes como realizador?

Tenemos planes muy interesantes, siendo uno de ellos la realización de un festival de cine fantástico 100% hecho en Chile porque no hay. Se han desarrollado experimentos como Santiago Rojo y Sangre, el que fue una muy buena idea, pero no siguió. Ahora la idea es crear un festival internacional de cine fantástico, apoyarse en las redes que se han desarrollado y traer películas que se están dando en otros festivales. Esta idea se está gestando para la Región del Maule. Estamos desarrollando un concepto para dicha región que se llama Maule Fantástico, y que tiene por objetivo realizar este festival y también llevar rodajes a dicha zona. La fecha podría ser para el próximo año, realizar jornadas de pitching, traer a jurados internacionales, a personas como Dario Argento. Para esto, estamos trabajando entre privados y aportes estatales. Talca tiene un teatro de lujo para 1.000 espectadores. Linares inauguró hace poco un teatro para 600 personas. La idea es siempre crear nuevas propuestas.