Han pasado mas de 35 años desde el estreno de Gente Como Uno, el debut como director de Robert Redford y que en 1980 fue catalogado como una película modesta y precursora del cine independiente. Se trataba de una obra menor y sin pretensiones, en cuyo casting figuraban actores de televisión (Mary Tyler Moore y Judd Hirsch), además de jóvenes promesas del cine (Timothy Hutton y Elizabeth McGovern). Con dichos antecedentes muy pocos auguraban el impacto de este drama en los espectadores y menos la obtención de importantes premios, entre ellos, el Oscar a Mejor Película y Mejor Director.

Si en las cualidades de los grandes filmes podemos encontrar puntos en común, también nos daremos cuenta que varias obras sobresalen y trascienden por la simpleza narrativa de sus historias. A este grupo pertenece Gente como Uno, filme que privilegió la evolución argumental de sus protagonistas, quienes se enmarcan dentro de una familia que ha tenido que lidiar con la muerte accidental de uno de sus miembros, y que Redford terminó por transformar en un estudio psicológico de las relaciones humanas. Sentimientos como la pérdida, la comunicación, la culpa y las relaciones interpersonales fueron filmados con movimientos de cámara y encuadres sencillos, pero con un tremendo poder de sugestión propio del teatro contemporáneo en armonía con los detalles y silencios que sólo la cámara de cine es capaz de registrar.

Si me obligaran a calificar a Gente Como Uno, sin duda, la pondría entre de los mejores filmes norteamericanos, lo que para la crítica especializada siempre ha sido tema de discusión. Algunos cinéfilos señalan que esta película ha envejecido con poca elegancia al contar con algunos clichés en su historia, mientras que otros eruditos destacan que aún tiene mucha vigencia al exponer temas como el suicidio y la psiquiatría. Lo cierto es que Gente como Uno conmueve hasta las lágrimas porque su historia es simple, directa y cruda. No hay finales felices y frases prefabricadas, sino un acercamiento genuino a las trivialidades de una familia convencional que vive incomunicada y distante. Redford registra con la cámara espacios comunes y opresivos de una familia, en donde el padre (Donald Sutherland) representa la incondicionalidad hacia los hijos y la madre (una contenida Mary Tyler Moore) simboliza la incapacidad de amar y de ser amada.


En Gente como Uno los protagonistas son los diálogos, las conversaciones y, en especial, los silencios. La cotidianeidad se presenta como un lugar en el que también suceden eventos extraordinarios, que se amparan en los miedos y angustias propias que debe asumir cualquier persona. Dicha observación se sustenta en el personaje de Conrad Jarret (Timothy Hutton), quien actúa como el hilo conductor del filme y como espejo de realidades y problemáticas, más o menos disimuladas, que a veces tiene cualquier núcleo familiar. Hutton se luce en su papel -gracias al cual obtuvo el Oscar a Mejor Actor Secundario-, ya que demuestra con discretos detalles y gestos el equilibrio, naturalidad, y entonación exacta que debe primar en escenas de mucho dramatismo, sobre todo las que involucran el duelo de un joven ante la pérdida de un hermano.

Gente como Uno es uno de mis filmes favoritos junto a clásicos como Vértigo de Hitchcock y La Noche Americana de Truffaut, ya que cada vez que me enfrento como espectador a sus imágenes descubro nuevos elementos para admirar. No tiene el estilo argumental y visual del cine francés, y quizás pocas personas recuerdan esta película, pero no se puede negar su honestidad y el impacto indiscutible en obras más actuales como En el Dormitorio y Secretos íntimos, ambas de Todd Field.

Sin embargo, es cierto que Gente como Uno arrebató injustamente en 1980 el Oscar a Mejor Película a trabajos superiores como Toro Salvaje de Martin Scorsese, El Hombre Elefante de David Lynch y Tess de Roman Polanski. Lo anterior posiciona al debut de Redford como si se tratase de una infamia, fenómeno muy similar a lo que experimentó Kramer contra Kramer en 1979 (filme que le ganó a “Apocalyse Now” en calidad de mejor película) y a Shakespeare in Love (que literalmente robó el máximo reconocimiento a Rescatando al Soldado Ryan de Spielberg y a La Delgada Línea Roja de Malick). Gente como Uno posiblemente no debió haber ganado el Oscar, pero tampoco es un trabajo que debe ser relegado a un tercer plano. Por eso, vale la pena revisar este modesto filme que aunque tenga un tufillo a telefilme, aún conserva pasajes interesantes, en particular en torno al trabajo con actores (en la mejor tradición de Mike Nichols y Sidney Lumet).

Gente como Uno es la vida misma, con sus soles y bemoles, con sus miserias y alegrías, pero en 24 cuadros por segundo que transmiten una experiencia audiovisual que vale la pena querer y vivir.

Título Original: Ordinary People (Gente como Uno) / Director: Robert Redford / Intérpretes: Donald Sutherland, Mary Tyler Moore, Timothy Hutton, Elizabeth McGovern y Judd Hirsch / Año: 1980.